Dolor en cuerpo perpetuo
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Por: Macias Briones Andrés
VIH: una palabra con gran significado, pero como enfermedad, se entiende que es una lucha constante y conservar salud. Las pastillas se han sean vuelto en el pan de cada día para retener los avances progresivas de esta. Existen efectos que, a pesar de los años, son sensaciones constantes de angustia que recibe y arrastrará de porvida.
La mañana del 12 de marzo del 2015, Zambrano, paciente con VIH-Sida, transitaba con sensación de temor desde Manta hasta el hospital oncológico de Solca de Portoviejo, debido que, ese día, tendría chequeo. “Eran casi las 07h00 y dentro del auto, estaba envuelta de pensamientos contrapuestos que no e dejaban en paz; en parte, me encontraba feliz porque estaba tratando de mantener a raya esta enfermedad, pero al recordar los estragos que llegaban a causa de las pastillas, tenia mucho miedo de todo lo que podría llegar a sentir”, susurra Zambrano pausadamente.
De pronto de más de una hora de viaje, el reloj marcó las 09h00. El corazón se acelero al reconocer el aroma del hospital. Con paso acelerado, Zambrano se dirigió a la entrada del hospital, lista para recorrer los largos pasillos en busca del consultorio, quien le realizaría el cheque de su mejoramiento de la enfermedad.
Los pastillos de Solca se encuentran inundados de huellas invisibles, rastros de distintas historias de vida que han sufrido mucho y muchas de ellas no pudieron lograr batallar contra las enfermedades. Zambrano, los recorridos rápidamente para realizar el proceso previo a la sesión de la revisión. “Ingresé a la sala del médico, quien aprobó el chequeo y ver el mejoramiento de los exámenes favorables. Entonces, sin dudarlo me acerque a la farmacia del hospital, solicitando los medicamentos para la respectiva dosis”, divulga Zambrano con un tono de voz bajo.
Mientras regresaba hacia la sala del chequeo, atentamente aprecio distintos rostros entre los cuales se encontraban unos sonrojados, delatando la existencia del llanto en sus corazones. Zambrano, se detuvo un instante y dirigió su mirada hacia el reloj grande ubicado en la parte superior de la puerta de espera: marcaba las 10h00.
“Dirigiendo a la habitación nuevamente donde el frio abrigaba más, entonces di mis datos y los medicamentes a una enfermera de turno. Luego, la misma, procedió con una gentiliza en su mirada a guiarme hasta el sillón grande donde tendría que estar sentada las siguientes 2 horas. Me entregó unas sabanas gruesas, con las mismas que me abrigue del frio que aferrada la habitación. La enfermera sostuvo con una delicadeza mi mano izquierda, mientras realizaba sus labores y procesos correspondientes al medicamente recomendado por el doctor y se despidió momentáneamente. Cerca de mí, se encontraban más personas también recibiendo distintos tratamientos”, relató Zambrano acariciándose las manos suavemente.
Inmovilizada por el frio, con el cuerpo complemente helado y la mente algo inquieta por el miedo del momento, procedió a tomar un breve descanso. Después de un tiempo, abrió suavemente la vista, sin saber cuanto los había tenido cerrados; entonces, distinguió un olor fuerte en la sala y ruido, aquello le hacia referencia que era la hora del almuerzo.
El cuerpo estaba mostrando náuseas y sensaciones de mareo que apoderaban el cuerpo flácido de Zambrano, puesto que en algunas ocasiones ante la comida que servían en el hospital. Entonces, una enfermera dirigió su atención hacia ella y la llevó a una sala asilada donde pudiera sentirse mejor de los estragos presentados.
Zambrano, con una pequeña sonrisa en su rostro, reflexionó: “Me traté de tranquilizar en la sala, la sensación de soledad se había arraigado mucho más, pero decidí retomar un pequeño descanso. Desperté, una enfermera estaba alado mío revisando si el suero que me habían suministrado había acabado, pero bien. Esa medicina había llegado a su fin, así que me despedí amablemente y procedí a retirarme de la sala”.
El día avanzaba y ya eran las 14h00 y Zambrano emprendió su viaje de regreso a casa en Manta, las horas en el auto después de la aplicación del suero se sentía pesada y como una masa, se alargaban en su cuerpo, probablemente aquella medicina causo esa sensación por el deseo de llegar pronto a casa.
“Al pasar una hora del viaje, llegue a mi hogar. No quería otra cosa mas que estar reposando en mi cama y así sucedió. Encendí el televisor, a veces se acerba mis familias y me hacían compañía. Estuve todo el resto de la tarde y noche reposando. La señora que ayudaba en casa en la limpieza de la casa me trajo la comida a la habitación. Después de comer, procedí a dormir nuevamente”, narró Zambrano.
Ese podía escuchar claramente como el reloj se movía, eran las 23h00, hora en donde todas las personas suelen descansar, pero la historia era diferente para Zambrano, quien abrió los ojos y mientras que lo único que podía apreciar era oscuridad, sentía como si sus huesos se rompían poco a poco del dolor y la envolvían las náuseas constantes. Se levanto y caminaba torpemente en la oscuridad de su casa, donde involuntariamente vomito, su familia se levantó preocupados por la situación, rápidamente la ayudaran y colocaron y ventilador cerca de ella. Volvió a la cama, cerro los ojos y durmió nuevamente.
El día cambio de número, el calendario señalaba como fecha 13 de marzo. Zambrano despertó a las 06h00 por los rayos del sol que se filtraban a través de su ventana, sentía un dolor enorme en sus pulmones. “Se me dificultaba respirar, sentía un dolor terrible, mi familia nuevamente me llevo de urgencia a Solca de Portoviejo”, afirmaba Zambrano con voz baja y triste.
A prisa, Zambrano se cambió su ropa a otra para movilizarse al hospital. Acerco su cuerpo al espejo unos segundos y se observó diferente a pesar de conocerse. Las lagrimas se asomaban constantemente. No solo tenia ropa sobre su cuerpo frágil, sino un enorme dolor, bloques invisibles en sus piernas que imposibilitaban una estar bien. El miedo a la muerte nunca había estado tan latente.
Zambrano, con voz entrecortada, narra: “Llegué al hospital, inmediatamente los enfermeros me llevaron hacia la sala de emergencias donde tuve que esperar unos segundos, quizás, los segundos mas largos de mi vida que he experimentado, debido a que mientras sentía que mi cuerpo dejaba de funcionar, al lado mío, se encontraba una señora a punto de morir; sus familiares le acompañaron y lloraban desagarradamente, de pronto, la señora partió del mundo de los vivos. Presencie la muerte de alguien más, al mismo tiempo que yo creería que moriría”. Recibió atención rápido y por la pronta atención de la persona pudieron estabilizar a Zambrano de los efectos que había sufrido por el suero sumistrado un día antes.
La lucha contra el VIH-Sida es un trabajo en equipo, principalmente del paciente hasta de su familia, en muchas ocasiones las enfermedades son psicológicas. Zambrano, a pesar de sentirse débil, estaba feliz por llegar a su hogar y abrazar a su familia nuevamente. El viaje de regreso la mantuvo pensando la difícil situación que al igual que ella muchas personas se enfrentan a diario.
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