UNA BATALLA GANADA

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Por: Génesis Bravo Marín

La mañana de un martes, donde el astro rey iluminaba con fuerzas el despertar del día y el entornar de los pájaros se hacían escuchar, dándole el toque perfecto para un día esplendido, se podía observaba desde lo lejos de la habitación que sería una gran jornada, por el clima perfecto que deslumbraba. sin saber que sería el comienzo del drama.

Maricela Bravo, quien era una mujer de estatura mediana, cabello oscuro como el anochecer y rostro de ángel, vestía una blusa blanca y pantalones celestes como el cielo después de una tormenta.

Ella se encontraba acostada en el dormitorio contemplando desde la ventana el flamante amanecer, en las calles de Jaramijó no se observaba ni un alma, al escuchar el sonido del radio tocar, supo desde un instante que su padre ya había abierto sus ojos, mirando nuevamente al ventanal y percibiendo asustada lo que decían en la emisora sobre el virus que cada día se apoderaba de nuevas víctimas.

Mientras seguía contemplando el despertar del grandioso día, se le hizo extraño no escuchar el grito de su progenitora Laura ordenando “Maricela a desayunar”, con una tonalidad delicada y dulce como la miel, procedió a levantarse y en la casa de la familia Bravo Marín no se observaba nadie, solo se escuchaba la agradable voz de la emisora sonar.

Dirigiéndose con un andar lento hacia la habitación donde se encontraba su madre, su corazón comenzó a latir a mil por hora, dándole señales de un mal presentimiento, caminó apresurada y entró al dormitorio, en ella se encontraba su madre con una mirada pálida y decaída.

Al tocarla percibió que tenía una alta calentura, de inmediato llamó a sus hermanos y a su padre, quienes no dudaron en llegar para verificar lo que estaba sucediendo.

Unos minutos más tardes llamaron a la doctora, al sonar la puerta de la casa, entra una mujer alta y delgada, lucía una mirada angelical y suave como lana, vestía un traje blanco y su cabello estaba recogido, era de color café claro que con la puesta de sol brillaba de una tonalidad hermosa como perlas de oro.

Siguieron de inmediato a la habitación donde se encontraba la paciente y procedió a revisarla para obtener resultados más luego, la doctora comenzó preguntándole los síntomas que sentía.

Laura Marín, quien era una mujer de estatura pequeña, vestía una blusa rosada, pantalones de tela negro como la noche y su cabello era castaño, con una voz cansada puntualizó “me duele el pecho al respirar, la temperatura y las jaquecas no me pasan”.

Para Maricela su madre es la luz de sus ojos y el tesoro mas grande de su vida, el verla en ese estado hacía que en su mirada reflejara miedo, al pensar que algo le pudiera suceder, mientras observaba a la doctora, su cuerpo temblaba como a todos los que se encontraban en el dormitorio, la tensión y el temor se sentían a lo lejos.

Al terminar su revisión, la profesional de la salud dio los resultados de la paciente, con una mirada de tristeza y una tonalidad suave, mencionó que al hacerle la prueba de covid-19 había dado positiva.

En ese momento todos lo que se encontraban en la habitación quedaron impactados tras esa desgarradora noticia, esa revelación los golpeó, Maricela sintió que el mundo se le vino encima y el miedo que se apoderaba de su ser era cada vez más inmenso.

 

Maricela desde ese instante, a pesar de lo peligroso que era estar cerca de su madre, no dudo ni un segundo en dejarla sola y se hizo su apoyo incondicional, a pesar de lo entristecida que se sentía y el temor que se percibía en su rostro, necesitaba tener el valor y las fuerzas para demostrarle al lucero de sus ojos que todo estaría bien.

Laura cada día que pasaba se sentía peor, cansancios, malestares iban y venían, su respiración cada día disminuía y la tos eran con frecuencias, las preocupaciones en la familia eran cada vez más intensa, el no saber que podría pasar después, los desesperaba y el miedo cada día se apoderaba de ellos.

Una noche donde las estrellas que adornan el firmamento y el lucero que ilumina el cielo hicieron presencia, en la casa de Laura el ambiente estaba tranquilo, Maricela se encontraba en la habitación con su madre que estaba descansando, sin pensar que en ese anochecer pasarían una desvelada que nunca olvidaran.

Laura se levantó de su reposo, de pronto sintió que se quedaba sin aire, su respiración disminuyó y el pecho le comenzó a doler.

Maricela no sabía que hacer en ese momento, “no soportaba ver a mi mamá en ese estado, sentía que mi mundo se derrumbaba cada día que pasaba, tenía mucho miedo”, precisó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y su mirada fue decayéndose.

La doctora que atendía a la paciente no podía llegar por que era tarde, por lo que Maricela se encargó de su madre, dándoles los cuidados que había acordado por llamadas, en el momento en que su madre se recuperó sintió una tranquilidad y aunque no dejaba de llorar por el susto, pudo recuperar el aliento por unos segundos, a pesar de eso la tempestad no llegaba a su fin.

En esa eterna oscuridad nadie de la familia pudo descansar, todos se encontraban preocupados y asustado después de lo que había sucedido.

A la mañana siguiente al despertar de un nuevo día, Maricela se levanto a seguir con la rutina de siempre, cuidar a su madre que es la flor importante en su jardín, en su bello rostro se observaba el cansancio por las malas noches que había pasado, pero a ella no le importaba con tal de ver una mejoría en su mamá.

A las 10h00 am, llegó la doctora para revisar a su paciente, ella con una mirada risueña es recibida por Maricela, quien la conduce hacia la habitación donde se encontraba Laura.

Después de unos minutos se acerca a Maricela y le entrega una receta con todos los medicamentos que ayudarían a Laura a recuperarse.

Cada día y a la hora acordada Laura debía de estar tomando medicamentos, lo peor que podía suceder ante esta tragedia llegaría tarde o temprano, la doctora recomendó a los familiares que debían de ponerle oxígeno, dado que, la respiración de ella cada día disminuía con reiteración.

Al final, a pesar del dolor que sentían al ver a su madre así, decidieron ponerle el oxígeno como lo había recomendado la doctora, Laura al igual que sus retoños sentía miedo y repetía con asistencia, “no quiero ponerme oxígeno”, mientras sus lágrimas caían por sus suaves y redondas mejillas.

Lo único que deseaba Maricela es despertar de ese horrible y aterrador sueño en el que se encontraba dormida, como si se tratara de una película de terror, no dejaba de pensar en que podía hacer para dejar de demostrar debilidad ante su madre y cada día rezaba para que ella se mejorara.

Pasaron una semana de dolor, sufrimiento, desveladas y cansancio, la doctora cada día llegaba a ver a su paciente, para recetarle medicamentos, así fue como la mejoría de Laura se hacía notar, por lo que se despertaba alegre y animada, como el sol en una mañana hermosa.

La tempestad se volvía cada vez mas clara y la alegría mas inmensa que sintieron, fue una mañana donde el sol iluminaba con fuerzas un hermoso panorama, Laura había dado un giro de 90 grados, se sentía mejor, animada y los malestares habían desaparecido, ya no necesitaba de un oxígeno, su estado de salud había mejorado.

Laura sintió que volvió a vivir, como un nuevo amanecer que se despierta de una oscura tormenta, se sentía cada día contenta y feliz, a pesar de que aun necesitaba estar con medicamentos y tratamientos, ese no fue el impedimento para que se sintiera mejor.

Las emociones que se percibían en los rostros de los familiares y de Maricela, quien saltaba de alegría, como una niña a quien le dan un regalo nuevo, al ver a su madre mejorando con éxito era impresiónate, se sentían tan contentos y dichosos por tener una madre fuerte y guerrera, que nunca se dejó vencer por el covid-19.

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