Irresponsabilidad a flor de piel

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Por: Madeline Cedeño.

La tradición de cada fin de año había perdido el encanto, el silencio causado por una pandemia irrumpió de golpe todo deseo de culminar el año 2020 como era de costumbre, las fiestas y la felicidad de realizar actividades divertidas que hacían explotar el pecho de emoción habían desaparecido.

Las órdenes impuestas antes del 31 de diciembre por el Primer Mandatario, Lenin Moreno, asombró a todos los ciudadanos, “se prohíbe la quema de monigotes”, fueron unas de las restricciones expuestas por el presidente en cadena nacional.

Estas restricciones cayeron como balde de agua fría para las personas que a pesar de las circunstancias querían quemar monigotes como años anteriores, sin embargo, la realidad es que la imprudencia del ser humano hace caso omiso a las reglas.

Jueves, 31 de diciembre, el último día del calendario en el año 2020, un día desanimado por la gran mayoría de la población, el silencio habitaba en todos lados, la sombra de una pandemia frenó la algarabía que abundaba en las calles y rebosaba la emoción en los hogares cada que finalizaba un año. La tristeza y el dolor se asomaban en la vida de propios y extraños.

Al caer el sol y llegar la noche con agujeros dispersos, los arreglos empezaban a tomar protagonismo, la preparación de la cena era el escenario de atracción familiar, todo estaba listo para una noche de unión y agradecimiento.

La tranquilidad de pasar en casa con la familia era todo lo necesario para terminar bien el año, sin salir a abrazarse con los demás como era habitual, todas las felicitaciones se guardaron en un cajón para luego ser expuestas en redes sociales. La hora de recibir el 2021 estaba a punto de estallar.

Geanella Vera, una joven que disfrutaba de su familia en sereno momento, se encontraba relajada en casa con arreglos de mesa que desbordan elegancia, lista para la cena junto a los suyos, terminaron de comer a las 22h30 y esperaba junto a ellos el grito mundial de año nuevo, pasaron el resto de horas conversando y riendo a carcajadas recordando los increíbles momentos del año y los más desastrosos también, eran las 23h50 prepararon globos para reventar, ya que no podían hacer uso de monigote para quemar, “nuestra opción para finalizar el año era reventar globos para que se lleven todo lo malo de este caótico año”, explicó Vera entre risas acomodándose el cabello que se enredaba entre sus dedos.

Faltaban tres minutos, el conteo regresivo empezó a ser cantado por los familiares, el reloj estaba corriendo, sentados en el sofá con unas cuantas uvas para cumplir con la famosa tradición al recibir un año nuevo, acompañados de los globos estaban ansiosos por gritar ¡feliz año nuevo!.

A las 00h00 estallaron las expresiones de gratitud con el año que ya había desaparecido para ser remplazado por un número más, se empezaban a abrazar y a felicitar entre todos,  agradeciendo lo vivido.

“¡Al fin te fuiste 2020!”, exclamó Carlos Vera, hermano de Geanella,  ya se escuchaba la pirotecnia que retumbaban los oídos por el fuerte ruido, otra regla se había roto con el uso de los juegos. Ya siendo la media noche, el primero de enero apareció, pero la desobediencia se asomó por la ventana en el sector Urbirrios uno.

Después de unos minutos a las 00h03, Geanella se asomó a la ventana de su casa y se percató que en las veredas de la calle se encontraban algunas personas quemando monigotes en pleno espacio público y aún más perjudicial sin mascarilla, lo correcto sería que aunque sean familiares, al salir de casa el uso de mascarilla sea totalmente necesario.

Este era el panorama que se vivía en el sector Urbirrios de la ciudad de Manta, “No entiendo porque no hacen caso a las órdenes que son para nuestro cuidado, el ruido de pirotecnia ya había perturbado a mi perrito y la quema de año viejo por aquí deja polvo y estamos en medio de un virus”, lamentaba Geanella a la vez que se colocaba la mano en la frente.

Carlos Vera, recalcaba el hecho de que era perjudicial la quema de monigotes en plena vereda, “de verdad ya es momento de tomar conciencia, y tener cierto grado de solidaridad para el bien común”, aconsejó él adolescente mirando de un lado al otro.

Sin embargo, la mamá de Vera, Janeth Cantos, quería tranquilizar el momento y no prestar mucha atención, esa era la solución para calmar las aguas, “ya chicos, sé que es irresponsable la situación de nuestros vecinos, pero no se puede hacer nada, nosotros estamos en casa, cuidándonos como se debe”, enfatizó Cantos entretanto reflejaba en su rostro tranquilidad, evitando cualquier problema con los vecinos que viven cerca de su propiedad.

A pesar de la irresponsabilidad, las patrullas no se acercaron  al lugar, prácticamente en el suelo quedaron las cenizas de ese muñeco de papel, la preocupación por todos era que una alergia, tos o gripe, se podía apoderar del lugar, dado que se vive un oscuro desierto y no se sabe quién podría caer en el lecho de la desesperación.

Carmen Mieles, habitante del lugar, también presenció el acontecimiento desde el balcón de su casa, “yo estuve unos microsegundos viendo la quema de monigotes pero ingresé a mi casa inmediatamente para estar más segura”, testificó Mieles, tomando de la mano a su hija.

El acontecimiento duró alrededor de diez minutos entre tanto las llamas consumían todo el objeto, el muñeco era verde y hacía referencia al covid-19, para que todo lo malo se vaya  consumiendo y desvaneciendo por el fuego junto con el año pasado, por un lado las personas de afuera estaban alrededor riendo y conversando, pero por otro lado, la orden de toque de queda también fue infringida poniendo en peligro el cuidado que otras personas estaban llevando al pie de la letra.

Era una bolsa de irregularidades que se manejaban en esos pequeños minutos, pero nadie iba a parar el momento porque de una u otra forma entretenían a algunas personas que miraban fuera de sus casas, “pensamos que era innecesario llamar a los policías porque son nuestros vecinos y el momento no pasó a gravedad”,  sostuvo Marlene Cevallos, prima de Geanella, sin tomarle gran importancia al acontecimiento.

Entonces, una vez que ya las felicitaciones habían culminado, la suciedad quedó en las veredas donde se genera la libre circulación y era totalmente entendible el disgusto por parte de los moradores, debido a que es una irregularidad que a fin de cuentas afecta, viéndose reflejado en el alto número de contagios, “lo más probable es que el incremento de personas con covid-19 aumente considerablemente por este tipo de insensatez”, aventura Geanella mientras estaba cruzada de brazos.

Eran tres casas de la cuadra que fuera de sus veredas estaban realizando este hecho sin importarles las disposiciones del Gobierno Nacional, y por ende no pensaban en el bienestar común sino simplemente cerrar el año con todas las de la ley.

Las cenizas se esfumaban por el aire que soplaba todo el tiempo, por esa razón las llamas habían parado completamente, luego de unos minutos cada habitante ingresó a su hogar, “algunos vecinos continuaron con la música a todo volumen, otros simplemente apagaron todas las luces para descansar”, recordó Geanella, mirando su reloj.

La familia de Vera simplemente disfrutó unos minutos más y también se dirigió a dormir. Al día siguiente recogieron todos los decorativos, la mamá de Vera decidió barrer la vereda y desinfectar el piso de su casa, también pudo evidenciar señas de la quema de monigotes.

El camino de la vida se va forjando con las acciones que se vayan desarrollando en nuestro diario vivir, todo depende de la fuerza de las gestiones que se apoyen para brindar el bien común, aún más con la dura situación que el mundo entero vive, llora y aclama que todo esto sea una pesadilla.

Es importante recalcar que el cuidado debe empezar de manera individual, el hecho de que alguien se encuentre en buen estado no significa que la tempestad no llegue a su vida, cada festividad debe ser tomada con responsabilidad sin la exposición en exceso, ya que el daño podría ser perjudicial.

 

 

 

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