Un barrio inseguro
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Por: Shirley Ganchozo
La inseguridad en los moradores del sector, 20 de febrero de la ciudad de Quevedo provincia de los Ríos, por la alta delincuencia, que han ido violando los derechos humanos, perturbando poco a poco la integridad física, mental y moral de las personas, que día a día al salir de sus casas respiran intranquilidad, y el temor de una bala perdida en el pecho.
El problema abarca desde los jóvenes, que son los que involucran desde los más pequeños hasta los adultos, a la cruel vida de las drogas, se comienza por curiosidad, este termina en la necesidad y desesperación en cada víctima. Esta acción conlleva a las graves circunstancias de consumo, asesinatos y robos en estas calles para saciar la adicción.
Las 24 horas del día, hombres vagan en motos o bicicletas, creen que están en autopistas de carreras y pueden manipular a su conveniencia las calles, mientras otros se quedan en las veredas de las diferentes cuadras, haciendo memoria a casas, carros, y negocios. Además, sus camisas anchas, y “largas como batas”, van escondiendo las armas y el enflaquecido cuerpo de cada uno, producto de las drogas, esperando a sus víctimas para arrancharles sus pertenencias al precio que sea.
Las autoridades ya no son el principal elemento para resolver este “cielo oscuro sin sol”, el mando es de los delincuentes y sus reos son aquellos que se crucen por el camino. Ni los ancianos, se salvan de los pillos; no existe pena por sus cortos pasos o el aliento cansado, solo direccionan sus ambiciosos ojos en sus pequeños monederos, pertenencias y lo vulnerable que son. Muchos de ellos se retiran a sus hogares con un gran dolor en su pecho y no por lo sucedido, sino por la triste realidad que vive sumergido el mundo.
Es evidente que el principal miedo ya no son armas, ni drogas, es la humanidad, la inconsciencia de personas que a lo mejor no tuvieron buenos guías desde la infancia, o a lo mejor; su ética y moral se desvanecieron ante los ojos de la ambición.
Bimbo y Jipson son dos muchachos, de este sector que invaden mi tristeza, a causa de balas y corridas de motos, uno de ellos se fracturó la rodilla y al otro le atravesó una bala entre la barbilla, sus labios perdiendo toda su dentadura, solo por evitar la delincuencia, eran jóvenes que buscaban el sustento del diario, y el día de hoy por palabras propias buscan venganza.
No hay día que no llueva bala, que no haya robos, muertos, o el escuchar gritos acompañado de pasos agitados sin rumbo, que corren atemorizados dejando secuelas en cada víctima, la tranquilidad solo se plasma en el cementerio del sector, con esperanza de un nuevo mañana, y la necesidad de estar libres de temor y amenazas. Sin duda alguna, al único ser que debemos tenerle miedo, es a Dios, somos seres humanos con pensamiento, alma y cuerpo, debemos aprender a cuidar al prójimo y no aniquilarnos. Nos merecemos un mundo de paz y tranquilidad donde los jóvenes y ancianos tenga la tranquilidad y el bienestar de su vida. Mientras tanto, las autoridades de esta ciudad, y habitantes de este sector deben reunirse para establecer rondar de protección y alarma en cada cuadra para el sosiego de la comunidad.
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