RUEDAS DE INCERTIDUMBRES

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Por. Jeniffer Conforme

Entre el polvo que emana el suelo cuando los buses arrancan hacia sus diferentes destinos y pasajeros sentados sobre un frágil banco de caña guadua, está el provisional “Terminal de Calceta”, donde la “Cooperativa Ciudad de Calceta”, lamenta la crisis económica causada por el covid-19.

La economía es la base que todo ser humano posee para satisfacer sus necesidades y hoy en día, que el dinero mueve al mundo no es ningún secreto. La comunidad de transporte inter cantonal de Calceta, demuestra su preocupación por la falta de circulación de dinero y los bajos ingresos en el trabajo.

Actualmente el olvidado “Terminal Terrestre Quinche J. Félix”, consta de una despejada edificación con paredes sucias y apenas 4 oficinas pequeñas laborando a puertas cerradas.

Antes era un lugar cálido y alegre, donde se encontraban caras conocidas, pues Calceta es un pueblo pequeño. Este lugar brillaba sin necesidad de que este claro, las labores inician desde las 4 de la madrugada, y cuando el astro rey salía, las paredes de trigo bien cuidadas resplandecían, acompañadas de las risas, bromas y conversaciones de pasajeros, choferes y administradores del sitio.

Ya no están los locales de comida, las tiendas o los alegres comerciantes informales, todo dio un giro de 180 grados, porque a raíz del terremoto este establecimiento fue desalojado.

En este sentido cabe recordar, que en el 2016 la zona costera del Ecuador experimentó un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter, acontecimiento que dejó secuelas irreparables, como la pérdida de vidas y patrimonios tangibles. Calceta registró 9 fallecidos y 100 viviendas en ruinas, incluidas las edificaciones del mercado central, terminal terrestre, estadio, municipio y el emblemático reloj público que contaba con más de 100 años de existencia.

Posteriormente, surgió la idea de implementar un terminal “provisional”, ubicado en una vereda frente al “Terminal Quinche J. Félix”, carente de estética, con tan solo un banco de caña guadua para esperar los buses, y varios comerciantes informales alrededor.

Por otro lado, en una deslucida oficina, se reciben y entregan paquetes enviados por carretera, ahí, un hombre que aparenta unos cuarenta y algo de años como un serio guardaespaldas se para bajo el marco de la puerta del despacho.

 

ENCOMIENDAS DE LA «COOP. CIUDAD DE CALCETA»

Una pared sucia, una mesa roja con la pintura media desprendida y varios paquetes en el piso embalados con cinta o en fundas de supermercado, es el escenario que transmite el interior de la oficina de la “Cooperativa Calceta”.

“Mi trabajo es igual o peor de riesgoso que el de los conductores u oficiales, tengo que recibir paquetes de todos lados y entregarlos a un sinnúmero de desconocidos, antes del virus no tendría inconveniente, pero ahora batallamos contra un enemigo invisible que puede viajar en el objeto menos inesperado”, resalta Dodmald Intriago, despachador de la “Cooperativa Calceta”, mientras estaba sentando en una silla de plástico y le daba un vistazo a su laptop.

DODMALD INTRIAGO

Intriago cumple todas medidas de bioseguridad, incluso se considera paranoico, pero paquete que llega, paquete que desinfecta, y luego de cada entrega se lava las manos como si no hubiese un mañana, recibe a los usuarios de la puerta para afuera porque según él vive con temor al contagio.

“Estamos jodidos, mi trabajo se divide por turnos día por medio con otro compañero, antes trabajamos 8 horas diarias ahora son 15, antes teníamos seguro médico, pero el covid nos quitó hasta el seguro”, revela Intriago con semblante serio.

La mala situación arrasa con todos e Intriago lo vive en carne propia día tras día, ahora tiene que vivir del diario batallando contra la incertidumbre, porque si el día de trabajo es malo, le toca convertirse en un soldado derrotado, agachar cabeza y llegar a casa con tan solo unas cuantas monedas.

WILSON ZAMBRANO

Dodmald con un ánimo triste, detalla que tuvo que conseguir otro trabajo, porque los ingresos que él genera en la cooperativa no son muy productivos, ahora gana aproximadamente unos 200 o 250 dólares mensuales, cuando meses atrás su sueldo era de 580 dólares con seguro incluido.

Evidentemente la economía no ha mejorado, los sueldos se han reducido, el presupuesto no basta y el desempleo ha incrementado, el golpe de la pandemia fue duro, y ahora no queda más, que nadar contra la corriente.

Sobre ruedas y al volante

Los conductores muestran su preocupación por la mala racha económica que viven, tienen la soga en el cuello y el bus de la juventud está tomando ventaja.

 

En el terminal de Chone, con destino al cantón Bolívar, se encontraba el chofer Wilson Zambrano, dentro de la cabina del móvil 05 de la “Ciudad de Calceta”, donde se siente el espíritu navideño pues cintas de colores, guirnaldas navideñas y hasta campanas doradas se aprecian al subir al medio de transporte.

Asevera Zambrano, luciendo un bajo corte de cabello y usando una mascarilla desechable.

Wilson alude, que la situación de un pasajero en cada dos asientos les afecta consideradamente porque los ingresos no mejoran.

«CIUDAD DE CALCETA» 10

Las medidas de bioseguridad fueron efectuadas para prevenir contagios, pero en el caso de los buses, el distanciamiento se convierte en un tormento que ataca directamente al bolsillo.

Incluso existen situaciones donde los usuarios no comprenden la situación, quieren pagar menos de lo establecido y reaccionan de forma exaltada ocasionando un mar de problemas.

En este sentido es importante destacar, que los pasajes inter cantonales no han subido ni un centavo, pero debido a la crisis varios pasajeros pagan lo que les apetece y se convierten en fieras cuando se le explica que esa cantidad no alcanza.

El pasajero Josué Mendoza, hace alarde de que su padre es controlador de la “Cooperativa Calceta”, y sobre los cobros elevados de pasajes, denuncia que dichas acciones son tomadas por chóferes y oficiales sin permiso ni autorización de los presidentes de la asociación.

JOSUE MENDOZA

La crisis económica ha creado un debate sobre el precio del pasaje, el cual no se ha incrementado, pero ciertos choferes u oficiales quieren ganar más subiéndolos. Por otro lado, hay pasajeros que pagan lo que quieren, sin considerar que esa cantidad desfavorece a los conductores.

Varios dueños de buses han optado por parar de laborar, porque no ven rentabilidad, la inversión de 60 o 70 mil dólares para comprar un bus sale en contra debido a la pandemia, porque deben recaudar de centavo en centavo su ganancia, por eso chóferes y dueños optaron por no contratar un ayudante por la baja cantidad que se reúne al día. Actualmente aún existen trabajadores que tienen que laborar solos.

Tal es el caso de Kleber Conforme, conductor y dueño de la “Ciudad de Calceta”, número 10, a quien el covid le jugó una dura partida y casi le arrebata la vida.

Estacionado junto a su “gran nave”, en hora de descanso, Conforme enuncia ser uno de los chóferes que no cuenta con un oficial, porque las ganancias no dan parar pagar ni a un conductor.

«CIUDAD DE CALCETA» 10

Kleber fue una víctima del covid-19; estuvo en terapia intensiva dos semanas, su vida y la de su familia se desplomó inesperadamente, “gracias a Dios logré ganar la batalla”, relata este guerrero, mientras miraba al cielo agradeciendo al “Señor”.    “La situación económica como transportista cada día va decayendo, la gente viaja menos”, exclama Conforme, utilizando una camisa verde y un sombrero de paja toquilla con cinta negra rodeando su parte superior.

KLEBER CONFORME

Las hijas del conductor, tuvieron que contratar un chofer provisional mientras su papá luchaba por su vida en el hospital de Manta, pues a Kleber el covid le quería ganar la carrera.

Conforme narra, que a raíz de esto su economía decayó y cuando se recuperaba en casa la incertidumbre lo invadía día y noche, porque los ingresos eran tan escasos que casi ni alcanzaban para pagar al chofer y dar mantenimiento al bus.

La amarga experiencia que el coronavirus le hizo vivir a este hombre, ocasionó que sus medidas de bioseguridad en el trabajo se volvieran estrictas, en el móvil 10 nadie puede subir sin mascarilla, se hace uso obligatorio del alcohol y con la caída del sol, diariamente se realiza una fumigación interna y externa.

LUIS ZAMBRANO

Por otro lado, el oficial Luis Zambrano acotó, “esta duro, pero aquí seguimos dándole”, mientras esperaba en la puerta del bus a que los pasajeros aborden, el joven se toma con optimismo la situación, según él, sí viven pensado negativo todo se pintará de negro, por lo que es mejor pensar positivo y esperar que los buenos tiempos vuelvan.

La voz del pueblo

El impacto que la pandemia desató en la industria del transporte, afectó no solo a la economía de los despachadores, oficiales o dueños de buses; la peste financiera también inquietó a los pasajeros.

Con unos ojos brillantes, sentada junto a su hijo se encontraba, Carmen Hidalgo, esperando que el bus salga de la ciudad de Chone con dirección a Calceta. Carmen trabaja desde hace 10 años en un restaurante de Chone, por lo que es una pasajera fija de la “Ciudad de Calceta”.

CARMEN HIDALGO

La mujer de 44 años recuerda, que en el estado de excepción, sus días se pintaron de negro, ya que vivía de su sueldo semanal, tuvo que lanzarse al ruedo ideando otra entrada económica, que fue confeccionar sus propias mascarillas

Con la reactivación social, Carmen volvió a su trabajo en Chone, con menos ganancias, pero sin las manos vacías. La preocupación sigue invadiéndola, las ventas de sus mascarillas se fueron directo a un hoyo, la competencia en el mercado se volvió común, “ahora todo mundo hace y vende mascarillas, ya no es rentable”, explica, mientras su mirada se perdía en el verde campo que veía por la ventanilla del bus.

“Aún tengo miedo, yo no comparto asiento con ningún desconocido”, confiesa Hidalgo con un tono receloso.

Con el cabello recogido, Hidalgo se inquieta por lo difícil que está la situación. Puntualiza que trabajando en otro cantón y viajando diariamente apenas logra recaudar para sus alimentos.

Hidalgo alude que ahora le cobran el pasaje respectivo que es $1.25 de Chone a Calceta, pero recuerda que cuando se reactivó el transporte público, los oficiales o choferes cobraban 1.50 y hasta 2 dólares, justificándose de que no les alcanzaba. “No pensaban, que así como a ellos no les alcanza, mucho menos a nosotros que somos más pobres”, reprocha Carmen, mientras el brillo de sus ojos se esfuma y su ceño frunce.

Los administradores de las cooperativas serían los responsables de esta tormenta de inconvenientes, porque son conscientes de los problemas sobre el cobro elevado del pasaje y no hacen nada al respecto, solo dejan que esta contrariedad les baile a su alrededor y se hacen de la vista ciega.

Los que conforman la comunidad de transporte de la “Cuidad de Calceta”, dan lo mejor de sí, trabajan arduamente sin tirar la toalla. Los pasajeros a su vez piden comprensión, el dinero no circula y la preocupación invade sin mirar niveles jerárquicos.

Nueve meses después de la llegada del covid-19 al Ecuador, la economía continúa siendo un hilo de inestabilidad, los trabajos se acaban y quienes tienen la fortuna de recibir un sueldo, dicen que no alcanza.

Según “Diario El Comercio”, el gobierno ecuatoriano ha recibido apoyo económico recientemente de la Unión Europea , y aun así no toma las riendas del asunto, al parecer las “prioridades” son otras, no se han creado entradas económicas u oportunidades de trabajo, el pueblo grita en silencio, la incertidumbre se apodera de las mentes y el coronavirus aún no tiene intenciones de irse, dejando como legado un futuro incierto tras la pandemia

 

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