HUÉRFANOS DE JUSTICIA
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Por Íngrid Cedeño
Repetidamente se observa a nivel mundial, a caninos en las calles. Despertando un sentimiento de pena, impotencia y hasta de rechazo por los transeúntes, que ven detrás de esta situación una problemática que va más allá de la evidente tristeza y abandono, representado en un par de ojos tristes y perceptibles costillas que un ser de cuatro patas y cola alegre no puede ocultar. Pese a no contar con cifras exactas, al ser un problema con resultados variables, según la Fundación Programa Animal Ecuador (PAE) en una investigación realizada en el 2017, se estima que solo en la ciudad de Quito- Ecuador, existen más de 4mil caninos deambulando por las calles, sin control alguno.
Son varias las situaciones que afligen a los activistas y demás ciudadanos que luchan por los derechos de los animales. A diario la imagen de perros atropellados, con desnutrición y en constante reproducción, hacen de la empatía humana una sensación de dolor sin alivio alguno, pero ¿qué hacer o decir cuando ha sido el mismo hombre una de las causas principales de este fenómeno? el abandono de mascotas como solución para librarse de las obligaciones que conlleva el cuidado de estos seres vivos, ha sido el accionar más concurrido y que evidentemente ha causado colapso. Surgiendo las marchas y un sinnúmero de post que piden del Registro Oficial 423 (en cuanto al control de perros callejeros como problema que debe ser solucionado por los municipios) una ley que realmente ampare a estos seres, que al igual que nosotros merecen respeto y justicia.
Son muchos los nombres de campañas y fundaciones que buscan hacer de este problema social, un mal con solución. Consiguiendo hogares y realizando actividades de esterilización que logren de cierta manera, la reducción de cifras y aplacamiento del dolor por abandono, una frontal concientización a través de un reglamento que promueva de manera global y eficiente, el respeto por esta especie, lo que haría a palabras vagas un escrito de poder.
De esta manera, ni el hecho de observar caninos en la calle sería algo común; ni que las autoridades vean la creación de una ley que sancione a quien destruya la integridad de estos seres vivos, una locura ¡mucho menos una pérdida de tiempo! Haciendo del juramento de los gobernantes, basado en la honestidad, justicia y convivencia social, una realidad sin limitación de especie alguna.
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