Mina de talentos

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Por Kahory Ostaiza

Con una maleta cargada de sueños y esperanzas varios jóvenes ecuatorianos parten de sus provincias en busca de su más grande anhelo, ser futbolistas.

Vistiendo un uniforme que consiste en una camiseta holgada, shorts y zapatos adecuados para el terreno que pisan es como vemos siempre en la cancha a un grupo de chicos que comparten un mismo objetivo: entrenar para ser profesionales.

Varias encuestas han revelado que es el sueño de la mayoría de niños. En el año 2020 La Vanguardia publicó un artículo llamado “No, su hijo no va a ser futbolista profesional”, revelando que solo uno de cada 1.800 niños federados consigue llegar a primera división.

Sin duda, algo desmotivador, pero el deseo de cumplir sus metas o de intentarlo al menos, es más fuerte.

En el Ecuador se ubica una provincia, de donde han provenido grandes jugadores conocidos a lo largo de la historia del fútbol. Son varios los problemas que hay en esta región del litoral ecuatoriano. Entre ellos uno que causa asombro.

De la provincia de Esmeraldas salen jóvenes con mucha capacidad para triunfar en el fútbol, es considerada una fábrica de jugadores, aunque no cuenta con canchas apropiadas para el entrenamiento de este deporte. Entonces, ¿Cómo se forman estos futbolistas?

La provincia verde es una de las que provee más futbolistas al país y sus representantes en este deporte son entrenados en una cancha natural, bajo el sol, con brisa y olor a mar, un suelo donde sus pies se sumergen a cada pisada llevando en ellos parte del mismo y dejando huellas.

Las playas, con vista al Océano Pacífico son las canchas en las que se forman estos sueños, aseguran que al crecer jugando y entrenando en la arena les resulta más fácil hacerlo en una cancha adecuada.

Cuando la linterna de la tierra empieza a perderse en el horizonte se forma la cancha natural que es usada por varios niños cuyo único objetivo en ese instante es correr tras un balón y anotar un gol.

Hacer y sentir

Ángel Miranda Moreira

Sentado en un sofá negro se encuentra Ángel Miranda Moreira (17), un chico de cabellos ensortijados y una sonrisa que crece gradualmente mientras saluda. Actualmente juega como delantero para la sub 18 del Club Deportivo Universidad Católica, por eso ha tenido que mudarse de su tierra esmeraldeña hacia la capital del país.

Describe su proceso en este estilo de vida como una de las más grandes dichas que ha tenido, “si fuera por mí, jugaría gratis”, anuncia el joven mientras desprende una sonrisa llena de ilusiones.

Para Ángel convertirse en futbolista es más un sentimiento que una profesión, imagina lo maravilloso que sería brindarle felicidad a miles de personas a través de un gol o un partido ganado.

“Hacer y sentir” es uno de sus lemas.

Asegura que hará lo posible por convertir su sueño en realidad y la perseverancia se ve reflejada en sus ojos almendrados mientras narra cómo ha sido su proceso dentro del equipo en el que juega.

Miranda recalca que para sus seres queridos una fuente de felicidad es verlo feliz, y así mismo para él, la felicidad se encuentra en ver a los suyos siendo felices. Convirtiéndose este sentimiento en algo mutuo y motivador para ambas partes, “otro de los lemas que uso y aplico para mi vida es “ser y hacer feliz”, creo que ese sería el principal” reitera mientras desliza una de sus manos entre sus cabellos.

La pasión, emoción, algarabía y euforia son los principales sentimientos que causa este deporte que es considerado el deporte con mayor seguimiento alrededor del mundo. Estudios revelan que 4 mil personas son aficionadas y de ellas más de mil millones lo practican. Esto es una pasión y como lo viven sus seguidores es una clara muestra de ello.

Según Marcet el 80% del mercado deportivo le pertenece al deporte rey.

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En una casa acogedora con canciones de salsa sonando de fondo se encuentra Kevin Porozo Caicedo (22), un joven de piel morena y ojos oscuros.

“Desde muy pequeño conté con el apoyo de mi familia, hasta la edad de 17 años, de ahí en adelante he seguido solo y aunque así me toque, continuaré”, declara asintiendo con la cabeza.   

Kevin Porozo Caicedo

Esto se debe a la crisis económica que ha golpeado a varias familias y que lamentablemente atraviesa a la suya, comprende que sus padres hicieron lo posible por brindarle la dicha de cumplir su sueño y que aunque de momento sus objetivos no han sido alcanzados del todo, de a poco ha ido lográndolos.

Este joven oriundo del cantón Quinindé actualmente reside en la provincia Santa Elena y juega para el equipo Santa Elena Sporting Club. “Me ha tocado separarme de mi familia y alejarme de muchas cosas por cumplir este sueño que es lo que quiero para mi vida”, declara mientras lleva su mirada hacia el techo.

Porozo tiene claro cómo quiere verse en un futuro, y es como uno de los convocados de la selección. Está entre sus proyecciones hacer las cosas bien para ser una buena persona, y apoyar a su familia económicamente.

Agradece a Dios por todo lo que ha vivido, por las canchas y personas que ha conocido durante este trayecto, recalca que cada aprendizaje a lo largo de su vida ha sido fructífero y todo lo que quiere es superarse día a día.

La Fundación El Futbolista realizó una encuesta en el año 2020, con chicos de categorías inferiores y ante la pregunta de cuál era su sueño, el 86,7% respondió que llegar a la primera división, el 9,2% ayudar a su familia y el 4,1% no tuvo respuesta.

Más allá de un balón

John Simisterra Quintero

John Simisterra Quintero (23), es un joven esmeraldeño de cabellos ondulados color sol, juega para Orellanense F.C en la ciudad Francisco de Orellana, como lateral derecho. Asegura que seguir este camino ha sido un proceso muy complicado desde un principio, pero a su vez, lleno de experiencias que han marcado su vida.

“Este camino hacia el fútbol ha sido partícipe de la formación de mi carácter y de mi persona”, detalla mientras cruza los brazos y continúa narrando su experiencia dentro de este deporte, enfatizando en el hecho de conocer a personas que tiempo atrás veía únicamente a través de la televisión.

“Hace tiempo los veía por la televisión, ahora comparto con ellos cancha, charlas, comidas”, destaca Simisterra mientras en sus grandes ojos se refleja la llama que late en su pecho al hablar de lo que ama.

Entre los 11 y 13 años de edad los niños suelen partir de su hogar para dedicarse de lleno al fútbol su familia se convierte en otros niños de sus edades y su vivienda una “casa hogar”. A la mayoría el proceso de adaptación les resulta difícil. Pero, hay una luz que alumbra sus días, esa luz es la ilusión de alcanzar sus metas. Esto conlleva muchos sacrificios, inicialmente el dejar a la familia a una edad tan temprana.

“Tal vez aún no estamos donde queremos, pero se lucha para llegar a eso”, revela mientras levanta los hombros.

Entre risas recuerda y comparte una anécdota que vivió junto a uno de los equipos a los que ha pertenecido (Selección Esmeraldas) “Aquel día destrozamos el hotel donde nos concentramos, habíamos quedado eliminados del torneo y para apaciguar el malestar nos pusimos a jugar de manera muy tosca causando daños que la Federación tuvo que pagar”, confiesa llevando una de sus manos hacia la boca en un intento de esconder su risa.

Reconoce que fue un mal acto, pero que actualmente le genera gracia y añoranza al revivir esos momentos que compartió junto a varios colegas que al día de hoy juegan de manera profesional “Para mucha gente el fútbol es solo patear un balón, pero no es así, detrás de ese balón hay una persona y detrás de esa persona hay un universo por conocer”, concluye mientras agarra un balón que tiene a su alcance.

Motivación

Desde los 10 años hasta los 12 se selecciona a los niños para jugar en un club. Pero después de los 13 y antes de los 15 deja de ser tan solo un juego.

Ariel Mosquera Arroyo

Ariel Mosquera Arroyo, es un chico que ha tenido que dejar su ciudad natal para trasladarse a buscar su futuro soñado en La Carita De Dios. Con 17 años de edad forma parte del equipo de Universidad Católica como defensa central.

“Mi motivación radica en mis padres y su apoyo, seguido de mis ganas de superarme y ser alguien en la vida”, precisa Mosquera mientras toma un sorbo de agua.

“Creo que uno nace con ese amor por el deporte”, ratifica mientras las ventanas de su alma desbordan ilusión. Admite que de niño se lo toma como un “hobby”, pero a medida que se va creciendo también incrementa el cariño por este deporte y se lo empieza a tomar más en serio.

Ariel partió de su casa a los 11 años, en manos de un empresario con rumbo a una casa hogar, “fue difícil”, vocifera comentando que era un niño y echaba de menos a su familia.

Mosquera siendo menor de edad, cuenta con un contrato profesional, él considera que es un logro significante en su vida. “La vida del futbolista es aceptar que vas a pasar tu juventud de manera diferente al resto, salir, bailar y estar de fiesta es remplazado por entrenar, concentrarse y viajar”, puntualiza mientras deja escapar una gran sonrisa de perlas.

 Afirma que pese a en ocasiones sentirse afectado por la rutina, es consciente de que cuando una persona está dispuesta a darlo todo por cumplir sus sueños no hay peros que valgan.

Al otro lado del arco

Luis Alcívar

Luis Alcívar (22), es un muchacho delgado, de estatura alta y tez blanca, narra cómo inició su historia en el fútbol. “Mi historia comenzó en un equipo de formación en San Isidro- Manabí, jugué la Copa El Diario donde un profesor mostró interés en mí y me llevó al Independiente a hacer unas pruebas…”, deteniéndose emite un suspiro.

Retoma el tema manifestando que por inmadurez de su parte, retornó a su hogar. Tiempo después volvió a Quito donde formó parte de un equipo durante varios meses y luego perteneció a la escuela Estudiantes De La Plata Sede Ecuador.

Es ahí cuando en su vida aparece una persona que parecía prometer cosas buenas para su carrera. “Un empresario me llevó a Argentina, pero para mí mala suerte me hizo jugar con papeles falsos y me dejó allá”, denuncia Alcívar con disgusto.

“Me tocó regresar a Ecuador en bus, viajé 16 días, de los cuales solo comí 4. ¡Estuve 12 días sin comer!, fue súper duro y debido a eso decidí no volver a jugar”, alega mientras cruza los brazos.

Miles de jóvenes, han sido víctimas de estafas por parte de falsos empresarios que prometen hacerles lugar en el mundo del balompié y terminan abandonándolos en otros países, sin destino y sin dinero.

Después de un año sin jugar entró al Delfín Sporting Club donde se mantuvo por cuatro años, “fui llamado por la selección sub 20 y tuve la oportunidad de viajar con el equipo a la Copa Libertadores en Brasil”, refiere mostrando una foto del viaje.

“También fui parte de Barcelona Sporting Club y Liga Deportiva Universitaria de Quito, pero por problemas familiares no pude continuar”, especifica con un tono de lamento. En este momento Luis desempeña su rol como portero en un equipo de segunda categoría en Ibarra.

Varios estudios han demostrado las etapas de los chicos que practican este deporte, entre ellos uno del periódico global El País en su sección de psicología revela que, a partir de los 15 años el joven cambia, pierde esa chispa que lo había hecho llegar a donde un día pensó que quería llegar, en la mayoría de estos casos el sueño se acaba con la llegada de la mayoría de edad. Noticia que muchos reciben con alivio porque en realidad ya no querían continuar con eso. Estaban quemados.

“Desde pequeño me interesó ser arquero y me dediqué a eso”.

Héctor Delgado Briones

Héctor Delgado Briones (25), años atrás se desempeñó como portero principal en Liga Deportiva Universitaria de Portoviejo.

Con una ligera tristeza que se refleja en su rostro, cuenta que debido a problemas tuvo que salir del equipo y abandonó su sueño de ser portero, para convertirse en profesional de otra carrera.

“Dejé de formar parte de ese equipo y regresé a mi casa cansado de todo, pensé que ya se había acabado mi sueño y no tenía nada que hacer”, vocifera levantando los hombros en señal de resignación.

Asegura sentirse bien con su nuevo estilo de vida, ahora es estudiante de Derecho. “Ya casi soy un abogado, y el fútbol sigue siendo mi pasión”, enfatiza eufórico.

Pese a esto, revela sentir que su sueño frustrado es ser arquero profesional, ya que la vida no le sonrió para ello, pero no lo queda más que recordar con nostalgia esos momentos y continuar forjando su camino.

Yanny Zambrano Quirola

Yanny Zambrano Quirola (20), un joven que inició sus entrenamientos a los 4 años. Perteneció a diferentes clubes, a los 15 años por medio de la escuela de fútbol de Iván Kaviedes logra abrirse paso en el conocido equipo de la Sierra ecuatoriana, Sociedad Deportiva Aucas.

A los 17 años su sueño de ser el guardameta de un equipo terminó, “uno de mis motores principales era mi abuelo y en ese tiempo estaba muy enfermo entonces me sentía desmotivado, dejé de entrenar y entré a la universidad”, concreta mientras vuelve su mirada a un retrato de su abuelo que cuelga en la pared de su sala.

Si en algo coinciden los testimonios de estos jóvenes es en la ferviente pasión que les genera este deporte, las cosas que han estado dispuestos a dejar por cumplir su sueño, la sensación que sienten al imaginar jugar una final, pertenecer a la selección del país, ganar un campeonato, dejar en alto el nombre propio y el de un equipo, son algunas de las cosas que los impulsa. Y los que no lo lograron, recuerdan con cariño y nostalgia lo que un día fue, su más grande anhelo.

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