Pesadilla Acústica
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Por: Nayely Tigua.
Si se abre una ventana obligatoriamente se tiene que subir el volumen de la televisión, porque se hace imposible oírla. Y con solo esa ventana abierta tampoco pueden hablar por teléfono, por que al otro lado nadie los escucha. Ya varios moradores solo toman pastillas para poder dormir con la esperanza de que en un abrir y cerrar de ojos su realidad haya cambiado. Así viven los moradores del barrio Bellavista en el cantón Manta. ¿Cómo se podrá vivir las veinticuatro horas con música a alto parlante, sirenas, el pasar de los vendedores ambulantes y las peleas entre vecinos?
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Desde hace varios años, el ruido parece ser normal para los moradores que ocasionan esta pesadilla acústica a los demás habitantes, que por su parte la comparan como vivir en una jungla con animales sin domesticar, y en un ambiente molesto y agotador. Los niveles de audio han sido tan altos que los problemas de salud han salido a flote como el hielo en un vaso cuando el agua se empieza a enfriar.
Las fiestas, el trago, la música y los gritos parecen jamás acabarse en ese sector que cobija aproximadamente a unos mil habitantes, pero en donde ya el noventa por ciento se ve afectado por la falta de tranquilidad. Así se lo refleja en una encuesta realizada en el 2021
Las fiestas, el trago, la música y los gritos parecen jamás acabarse en ese sector que cobija aproximadamente a unos mil habitantes, pero en donde ya el noventa por ciento se ve afectado por la falta de tranquilidad. Así se lo refleja en una encuesta realizada en el 2021
Zambrano, tiene un hijo de cinco años de edad. así que debe levantarse antes que salga el sol para llevarlo a la escuela que queda a unos cuatrocientos metros de su vivienda, luego se va a su trabajo que prácticamente queda al otro lado de la ciudad. “llego a las nueve de la noche muy cansada, solo con la energía de abrazar a mi hijo y hacer mi merienda. sin embargo, la bulla interrumpe mi descanso y la tranquilidad”, revela mirando una multitud de gente que confirma la insoportable situación.
En la misma vereda y con un rostro que refleja cansancio e irritabilidad, se encuentra Marcela Bailón, dirigente barrial, que asevera con un movimiento brusco de manos haber hecho “mil maravillas”, para que los “malos vecinos”, entiendan las normas de convivencia, pero al parecer les entra por un oído y les sale por el otro.
Bailón, tiene veinte años viviendo en el lugar. Ella recuerda los días que la tranquilidad y la paz reinaba en el sector, pero desde que se comenzó a poblar la ciudad ya todo cambió. Dice sentirse indignada hablar del tema, ya que sus días las pasa pegada en el teléfono hablando con la policía para poder controlar la situación. Sin embargo, sus denuncias no tienen mayor incidencia,” las autoridades llegan y solo por ese momento se logra tener un poco de silencio, pero ellos se van y el caos continúa”.
Pero para saber la otra cara de la moneda, Erick Solórzano, justifica las noches de diversión en donde según el no le hace daño a nadie. “Los vecinos se quejan por todo, si quieren venir a divertirse las puertas están abiertas. Nosotros no nos metemos con nadie, solo disfrutamos nuestra juventud”.
Solórzano, llegó al vecindario hace un año aproximadamente y es oriundo del cantón Chone. Tiene veinticuatro años de edad, estudia medicina en la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, y sus largas jornadas de estudios serían las culpables de que busque refugio en la música alta, el alcohol y reuniones con amigos que tienen cita de lunes a lunes. “Solo buscamos desestresarnos después de clases con un poco de diversión, creo que todos les sería útil un poco de relajación”, señala con un breve levantón de hombros como señal de indiferencia.
A su defensa, se le suma Ana Murillo, propietaria del inmueble que alquila Solórzano, ella asegura que la situación no es como la pintan. Sin embargo, reconoce que sus inquilinos y vecinos hacen reuniones, pero en la privacidad de sus hogares que no le debería importar a nadie. “Creo que cada uno es un mundo diferente, todos merecemos respeto y no creo que se enfermen solo por el ruido. La verdad que aquí todo les molesta, hace un tiempo era el tema de unos extranjeros que llegaban en las noches a pedir comida al barrio, unos vecinos los humillaron y jamás regresaron”.
Según estudios, la contaminación acústica si existe y ocasiona problemas de salud en las personas. La ansiedad, irritabilidad y el insomnio serian los efectos de este enemigo bulloso que es producido por los que simplemente no piensan en los demás. Así lo confirma Pablo Intriago, miembro del departamento de medio ambiente, ¨La exposición a altos ruidos puede generar problemas para conciliar el sueño, dolencias auditivas, enfermedades como la taquicardia y estrés¨
Para Intriago, la percepción del ruido es algo subjetivo, es decir, que cada uno lo asimila o percibe de forma diferente. Por esta razón, cada uno tiene un criterio opuesto ante esta problemática, la cual ha dividido a un barrio en dos, como que si se tratará de dos sectores diferentes. El funcionario lamenta la situación, pero también señala que hay leyes y normas sobre el ruido excesivo en zona residenciales.
Existen sonómetros para poder medir los niveles acústicos, que revelan si es normal el volumen de la música, la bulla y gritos que se escuchan en el barrio “Bellavista”, o si es una simple exageración por parte de los vecinos.
Intriago, puntualiza que el municipio de la ciudad tiene sanciones si se sobrepasa los niveles establecidos de ruido, que generalmente provocan un mal sabor de boca a los sancionados. “tengo entendido que son sesenta decibeles el máximo para soportar el ruido”, lo recalca con un ligero movimiento de mano.
Con la misma preocupación, se encuentra Xavier Briones, comandante de Benemérito Cuerpo de Bomberos de Manta, al conocer la realidad que se vive día a día en los diferentes barrios de la ciudad con la problemática de los excesivos ruidos. El comandante, con toque de sinceridad y seriedad alerta de que la contaminación acústica puede tener unos efectos desbastadores a largo plazo en la salud física y mental de las personas.
Briones, con una mirada intimidadora resalta que se han llevado a cabo varios controles ante la ola de denuncia que se han reportado desde el ECU 911 que están entrelazadas con la estación de bomberos, sin embargo, desvía su mirada y murmulla que el departamento de control territorial es el encargado de tomar cartas en el asunto. Pero como si se tratara de un super héroe, vuelve su mirada fija y dice que pone el pecho a las balas, ya que no tiene problemas en atender esas denuncias.
Por su parte, expone que cuando recibe una llamada de esa índole el primero paso es dialogar con el morador para solicitarle la desconexión del equipo de música o que baje su nivel de bulla. Cuando la situación se repite y se sale de las manos, se decomisa el equipo o se desaloja la vía pública, también se les hace firmar un acta de compromiso.
Con esa acta de compromiso, en lo que consta las normas de convivencia entre vecinos, como a la no utilización de megáfonos, parlantes, bocinas que afecten la tranquilidad de todos los habitantes. Y es que vivir con las demás personas es respetar también sus espacio territorial, visual y auditivo, sin embargo, existe ciertas personas que piensan que solo ellos tienen derecho y no es así.
Desde el municipio de Manta, se lleva a cabo una campaña para intentar disminuir el ruido en la ciudad. Las medidas se están tomando por la bulla que provoca las actividades comerciales informales, como la venta de agua, helados, cloro, frutas, verduras, comida, gas y la típica frase que se escucha en todo el puerto Manabita; “quema la boca, quema la mano”, de las tortillas de maíz. No se trata de cortar el derecho al trabajo, sino de hacer las cosas bien.
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