Filas de sueños

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Por Ingrid Cedeño

Bajo el sol y la lluvia como hormigas en una hilera hacia el destino deseado, habitantes del cantón Jama y sus alrededores hacen largas filas para cobrar el bono de desarrollo humano.

Han pasado cuatro meses desde que las calles principales de Jama se ven totalmente desoladas, la conmoción y algarabía que provocaba cada inicio de mes se ha quedado congelada en un pequeño rincón de la ciudad, a causa del cierre de pagos de bonos en la mayoría de Banquitos del Barrio y Mi Vecino del cantón. 

Letty Mendoza, propietaria de Banquitos mi vecino y del barrio

Manipulando sus dos máquinas de transacciones bancarias, en señal de que son su machete de trabajo, Letty Mendoza Nevarez, propietaria de ambos Banquitos, tanto Pichincha como Guayaquil, resalta que se siente como una sobreviviente, al ser la única propietaria de estos Banquitos, que aun cuenta con el servicio de pago del bono.

Sin embargo, melancolía mueve su cabeza en señal de negación y anticipa que pese a ser una sobreviviente, no se siente contenta con la situación, revelando que el cupo asignado para dicho pago, es muy poco y que de cierta manera es como no tener nada,  ‘’actualmente soy la única propietaria de Banquitos Mi Vecino y del Barrio que paga el bono de desarrollo humano, junto a la cooperativa Calceta, donde el cupo es ilimitado, antes habían varios puntos de pagos, lo que ocasionaba que el cantón tuviera vida en distintos sectores, pero ahora, ya no, toda la aglomeración está acentuada en las afueras de la cooperativa, al ser prácticamente el único lugar en Jama que puede pagar de manera ilimitada este subsidio ‘’, espetó Mendoza con tono de inconformidad mientras cruzaba sus brazos.

En ese mismo contexto la administradora del servicio bancario precisa que se siente impotente, como atada de pies y brazos, al contar con el servicio y no poder pagar el bono a más de ciento cincuenta personas, “me duele ver a personas con discapacidad y adultos mayores bajo el sol, haciendo enormes colas para cobrar su bono, en la mayoría de los casos pasando hambre, por la necesidad de obtener este subsidio ‘’, lamentó la jameña mientras ironizaba el hecho de que su padre, sea uno de ellos.

Kerlly Vilela, beneficiaria del Bono de Desarrollo Humano

Por esta razón, la propietaria de los Banquitos vecino y del Barrio hace un llamado a las autoridades respectivas en nombre de todas esas personas que sufren a espera de este servicio, para que se incremente el cupo en su banquito o se desbloquee el pago de esta ayuda en los demás establecimientos. Aseverando, como si pudiera ver el futuro que de esta manera, el centro de Jama, que desolado sufre la agonía del pasar de los días sin compañía, al igual que la angustia de los comerciantes, quienes extrañan la fluidez del comercio disfrazada de algarabía.

Tres años lleva Kerlly Vilela Obando de 67 años, cobrando esta ayuda que ha sido como una un rayo de sol frente a sus problemas económicos, pero jamás había hecho filas tan largas para adquirirlo, ‘’ya llevo tres meses pasando por la misma situación, en donde me toca llegar a las siete de la mañana para ser de las primeras en la fila y poder salir rápido, pero aun llegando a esa hora, salgo al medio día”, añadió Vilela mientras bromeaba, que en este caso, ni al que madruga Dios lo ayuda.

María Paladines, acreedora del Bono de Desarrollo Humano

De igual manera, apoyada a una pared, con una toalla sobre su cabeza, como intentando cubrirse del sol, para calmar los malestares que el estar parada entre los últimos puestos de la fila provocaba, se encontraba María Paladines, madre de tres niños y residente del cantón vecino Pedernales, quien irónicamente en un tono de reproche, precisó que prefería hacer largas filas en Jama, antes que estar en la aglomeración sinfín que se formada en las afueras de BanEcuador Pedernales, desde el cierre de pagos de bonos en los Banquitos Vecinos.

No obstante, resalta que para venir al cantón vecino debe pasar por una larga travesía, que comienza con la decisión de dejar una parte de su ser en casa, insinuando que al ser madre soltera le toca dejar a sus tres hijos solos en su hogar. Seguido del riesgo que corre, al viajar de un lugar a otro y aventurarse como ave sin rumbo en tierras desconocidas.

Juana Zambrano

Juana Zambrano otra acreedora del Bono de Desarrollo humano recordó que antes de que cerraran los Banquitos del Barrio y Mi Vecino, cada inicio de mes, el centro de Jama se vestía de fiesta, describiendo que el sonido de los carros transitando en el lugar, los múltiples gritos de los comerciantes ofreciendo sus productos y de los transeúntes ofertando sus precios era el compás perfecto del ambiente Jameño. Por esta razón, considera que el bloqueo de pagos de bonos en los Banquitos, ha sido una situación complicada para todos, pero que en lo personal le ha tocado más duro, “ahora tengo que dejar a mis hijos en casa solos, muchas veces pasando hambre, porque cobrar el bono, es sinónimo de pasar todo un día fuera de casa, lo hago por necesidad, porque de no ser así, no tuviera que comer‘’, matizó  Zambrano, mientras se sentía apoyada mirando el gesto de aprobación de quienes estaban a su alrededor.

Por esta razón, con lágrimas en los ojos la joven madre resaltó que cada mes que sale de su casa se entrega a Dios, para que el tiempo pase volando y una buena compañía de la mano de una conversación, reduzca la agonía de una espera que se refleja en el dolor de un par de piernas adormecidas por el cansancio “cuando salgo de mi casa lo primero que hago es orar para no rendirme en la espera de obtener el dinero para mi familia”, implora la madre de familia  mientras culpaba una y otra vez a la pobreza material que padece.

Enfatiza que uno de sus anhelos más grandes recae en el desbloqueo de pagos de bonos en los diferentes Banquitos que antes prestaban este servicio, para que los tiempos de prosperidad en Jama vuelvan a la normalidad y las largas filas queden en el sufrimiento del pasado, como un mal sueño que jamás debió existir, “nuestro pueblo se está apagando, los comerciantes están sufriendo y nosotros asustados por la reducción de puntos de pagos de esta ayuda que no debería ser sinónimo de dolor, sino de esperanza”, reflexiona Zambrano  mientras ilusionada  miraba al cielo.

Filas en los exteriores de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Calceta

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