De entre los muertos
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Por: Jan Piere Zambrano
Miedo, incertidumbre y confusión, son algunas de las emociones que experimentaron los vecinos de la ciudadela Magaly Vera de Colamarco, en medio de la oscura madrugada de lo que parecía un día normal de enero.
Ante el desesperado llamado de unos menores, para que fueran testigos de un mensaje de Dios, algunos vecinos sufrieron alteraciones en su salud, puesto que los gritos los tomaron por sorpresa y más aún la finalidad del llamado y el tono del mensaje.
María Loor, una moradora, se despertó a las tres de la madrugada, por los gritos de los anfitriones y el aullido de los perros cual lobos en montaña, mientras la soledad repetía el eco a lo lejos y su sistema nervioso apenas entendía lo que sucedía.
– ¿Qué pasa? – gritó Loor, mientras su corazón se aceleraba como un vehículo sin frenos, “era incontrolable, porque despertarse de repente entre gritos y bulla en general, es desesperante”, asegura la mujer, quien tiene problemas cardíacos e hipertensión.
El grupo que solicitaba asistencia al lugar de los hechos, estaba conformado por tres menores de edad, “hasta un niño en brazos cargaban”, detalló Dionicio Loor, un adulto mayor que reside en el sector, quien se levantó a atender el llamado de los niños que testificaban tal acción con una seguridad que casi convencía a todos los vecinos.
Dionicio, se mostró enojado porque cargaban a los menores dando este mensaje, “esto no puede ser posible, estos niños no deben estar en eso y menos a esta hora, es irresponsabilidad de los padres”, denunció el adulto mayor, mientras sostiene los lentes y se sienta en una hamaca.
Los golpes en las puertas, ensordecían los oídos, – vecino, vecino- gritaban desesperadamente, narra Luis Loor, quien salió rápidamente a ver qué sucedía, mientras el frío y la oscuridad lo acompañaban hasta la puerta.
– ¿Qué pasa? – Cuestionó el hombre, sin entender la realidad.
– Venga a ver, se murió mi prima, pero va a resucitar- imploraron los niños, repetían también que si no iban les caería la bala, como si de una amenaza o un crimen se tratara, ironizan los ciudadanos, quienes no terminan de entender esta afirmación.
Al día siguiente, Luis, acudió hasta la vivienda de quienes practicaron el ritual, eran las ocho de la mañana cuando se dirigió al lugar – ¿Dónde está el cadáver? – preguntó el hombre -no, ya resucitó- respondió la madre de los menores, y seguidamente empezó a llorar, mientras repetía que no les creen y que fue un milagro.
Por otra parte, Kassandra Barberán, el día del llamado, creía que había fallecido una vecina que está delicada de salud, pero realmente correspondía a la resurrección de una menor, en ese momento el miedo se apoderó de ella y se sumó a la taquicardia que nació junto a los gritos de estos niños.
La mujer se quedó anonadada, su mente saltaba entre la incertidumbre y la confusión, no entendía de qué se trataba, quizás porque se despertó de manera espontánea o porque nunca había visto algo así, admite la ciudadana, mientras apoya sus manos en una silla.
“Escuché que era Leticia quien se había muerto, subió al cielo, pero iba pasando por el infierno, y luego resucitaría”, narra la moradora, al hablar del tema.
Pero no todos vivieron el drama en el momento, mientras unos despertaron asustados, otros no interrumpieron su sueño, pero en la mañana se contagiaron con la confusión.
Al amanecer, sorprendidos, empezaron a escuchar los testimonios de los familiares y vecinos, “mis familiares se levantaron enfermos; con dolor de cabeza y otras afectaciones, por salir al aire a esa hora”, asevera Fátima Solórzano.
Ella considera que lo mejor fue no haber sentido los gritos y golpes, porque se hubiese enfermado, “nunca me imaginé algo de esa índole, había que asistir a las 5: 00 am, pero de mi casa nadie fue”, aclaró Solórzano, mientras se muestra preocupada y pensativa, como si no terminara de asimilar la situación.
Todas las familias fueron invitadas, pero ninguno de los vecinos fue a presenciar este acto religioso; la desconfianza y la diferencia de creencias, los llevó a esta decisión y hasta hoy, continúan enojados por tal acción, es como si lo peor hubiese sucedido.
Esa es solo una parte de la historia, porque se mira desde diferentes perspectivas, y sin duda, los seres humanos sacan su furia cuando atentan contra sus creencias, costumbres y tradiciones, se suben como espuma de cerveza, es como si atentaran contra su propia vida, el ambiente se vuelve tenso y es difícil sobrellevarlo.
Rosa Cagua, pertenece a esta religión y es familiar de la menor que experimentó la muerte por dos horas, al ser cuestionada por “el ritual”, como lo llaman sus vecinos y los medios de comunicación, cambió totalmente su actitud y pareció molestarse por el nombre que se le ha colocado a lo que ellos consideran expresión de fe.
-Esto no es ningún ritual, en esas casas que tienen imágenes y esas llamadas vírgenes, ahí hacen rituales- aseguró la mujer con rostro molesto, mientras sostiene la puerta de su negocio de productos de limpieza.
Para Rosa, esta expresión divina pertenece solo a quienes resucitaron, ella pese a ser de la misma religión, no puede expresar lo que se siente al ser parte de esta elección del creador, es algo que consideran tan personal como cualquier cosa íntima de alguien.
-No tengo nada que comentar, no lo viví, no puedo decir nada- aclaró Cagua, con voz alterada, mientras abre la puerta para que entre uno de sus hijos.
Quienes pertenecen a esta secta, no se muestran contentos con la opinión de sus vecinos, ni con los nombres que le han asignado a su manera de expresar el afecto hacia Dios, es como si se enfrentaran a su peor enemigo.
-Pido de favorcito, de todo corazón, que no le llamen ritual, esto no es brujería, el Señor no es brujería, a él se lo trata con respeto, él es el rey de reyes- concluyó la mujer, mientras parece consumirse en un profundo coraje.
Para estas personas, especialmente los menores, los “buenos días” se cambiaron por un “Dios los bendiga”, eso es lo que se escucha al llegar a su vivienda y saludar, es como si esta forma de responder está escrita en su biblia.
Mientras tanto, los moradores, se encuentran molestos con lo sucedido, ellos enfatizan que son cosas que deben hacerse dentro de su respectivo templo o al menos no llamar a los demás y menos a esa hora que es sagrada para su descanso.
-Quieren unirnos a la iglesia de ellos, esto es para conquistar, puede convertirse hasta en un negocio- aventura Luis Loor, haciendo una comparación con hechos anteriores de situaciones parecidas, relacionadas con la religión y la fe.
Ese día, había dos fallecidos, según Luis, quien dice haber tenido una conversación con un tío de los menores; este último le aclaró que eran dos y posteriormente resucitaron de entre los muertos, como si de un milagro se tratase.
Las diferencias entre las religiones traen diversos comentarios, variadas voces y distintos inconvenientes, lo cierto es que cada quien vive en su verdad relativa, pero lo toman como si fueran quienes tienen certeza absoluta.
“No estoy de acuerdo que ellos irrespeten la religión católica, los santos no son un juego para nadie, cada quien sabe en lo que cree, debe haber un respeto mutuo”, aconsejó María Loor, mientras arregla unos documentos en su espacio de trabajo, dentro de casa.
A raíz de la resurrección, comenzaron a existir escalofriantes perspectivas, que van y vienen entre los hogares de la Magaly Vera. Se escuchan un sinnúmero de opiniones, de lo que pensaron durante y después del momento de tensión.
En un inicio, los vecinos creyeron que podría tratarse de métodos delictivos, porque eran las tres de la madrugada, eso es algo poco común en el sector, aseguran. Esto los ha dejado en medio de dudas, incertidumbre y se mantienen atentos a una posible repetición de los rituales, como si se tratara de algo peligroso para su convivencia.
El caso se encuentra en manos de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen), porque se están usando a menores de edad para llevar a cabo estas creencias religiosas, independientemente si la resurrección de los menores fue cierta o no.
Las muertes seguirán, tienen que morir y resucitar toda la familia, según los moradores; mientras tanto, quienes participan del ritual, seguirán bailando al ritmo de la música brasileña.
Esta creencia, que llevó a la muerte de una menor por dos horas, antes de resucitar, se ha convertido en un problema para los moradores de esta ciudadela, ahora cargan con esos pensamientos que no les permiten vivir en paz; se mantienen en una espera llena de incertidumbre, porque no saben cuándo sucedan de nuevo estos rituales, que para los creyentes de la secta es un milagro, pero para otros es una burla hacia Dios.
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