Verdad infame
638 Total de Visitas, 2 Visitas de Hoy
Por Scarleth Alava
La juventud de Sandra Moncayo, estuvo la mayoría del tiempo inmerso en el trabajo infantil, debido a que no existió en su vida una figura paterna, por esto a temprana edad conoció al que sería el padre de sus hijos, de esta unión nació Johanna a quien conoceremos en esta historia por los abusos infantiles que sufrió cuando tenía diez años aproximadamente.
«Cuando tenía cinco años, mi madre tomo la decisión de acoger al hijo de un amigo que no estaba en la mejor situación económica para mantenerlo, él llegó a la casa a los once años, nos criamos como hermanos», declara Johanna con una mirada cabizbaja.
Por cuatro años todo trascurrió con normalidad, pero cambió de manera drástica cuando el padre de Johanna decide formar un nuevo hogar, era el único que mantenía al joven bajo la lupa. Sandra comienza a cargar con lo económico y moral de hogar, dejando a los adolescentes sin la supervisión de un adulto, empeorando el ambiente oscuro como la boca de un lobo. “El primer intento de abuso por parte de este individuo ocurrió cuando tenía diez años, estaba inmóvil como una estatua, sentí tanto miedo que no pude decirle a mi madre lo ocurrido”. Johanna ante esto admitió haberse sentido culpable, debido a que en su hogar nunca se habló de educación sexual. Este tema sigue siendo un tabú para muchas familias, pues desconocen lo importante que es hablar con sus hijos, pues esto les ayudara a prevenir situaciones de abuso, identificar a un abusador o evitar una posible manipulación por parte de los agresores.
El abuso se perpetuó meses después del primer intento y continuó hasta cuando cumplió doce años, en donde se da la peor parte, Johanna queda embarazada de su agresor. La noticia golpeó a Sandra, como si le hubieran lanzado miles de cuchillos en el corazón, era su niña y no pudo protegerla, admitió Sandra con un afligido tono de voz.
«Sentía que ya no quería vivir, que mi futuro, mis sueños, todo se caía a pedazos. Mi madre al principio no tomó en cuenta, mis advertencias hacia el abusador, porque, en su mente, él nunca sería capaz de hacerme nada malo, incluso en varias ocasiones recibía amenazas por parte de mi agresor diciendo lo que haría si continuaba delatándolo, sería capaz de hacerle daño, poco después de que se enterara mi madre de mi embarazo, notó cambios en el abusador”, añade Johana con mirada de enfado.

Al enterarse Sandra que el embarazo de su hija era fruto de una violación y aun por parte de su hermano de crianza, decidió denunciar este hecho. Johanna al ser solo una niña, tomó la dura decisión de renunciar a sus sueños y convertirse a temprana edad en madre.
Según él (INEC) en 2017 hubo 2 mil 247 nacidos vivos de madres entre 10 y 14 años, donde los embarazos son por abuso sexual y son obligadas a tener al neonato en Ecuador. Entre 2014 v 2017 se reportaron 2 mil 800 por 17 delitos de violación, de las cuales forma parte Johanna.
“vivimos en una sociedad sin valores, empatía y mucho menos sensibilidad” afirma Rosa Ureta quien forma parte de una familia de once hermanos, no tuvo la oportunidad de estudiar, dedicándose a trabajar temprana a la edad de nueve años.
Desde su experiencia cuenta lo difícil que fue alejarse de su familia, con el fin de estudiar, “Desde pequeña tuve el deseo de estudiar, entonces una de las profesoras de la comunidad necesitaba una niñera, en ese momento me pareció la mejor oportunidad, y decidí irme, aunque mi padre no estaba de acuerdo», recuerda Rosa con una expresión avergonzada.
En esta época la mayoría de las mujeres tuvieron la dificultad de estudiar, comparado con la actualidad tienen la libertad de prepararse en lo que quieren ejercer. En retrospectiva, menor experimentó las mentiras de sus patrones, cual Poncio esquivo toda responsabilidad, “confié en las palabras de esa persona, lo que recibí a cambio fue maltrato, explotación laboral y lo que derramó el vaso, fue que nunca me dieron el estudio”, recalca furiosa Rosa mientras borda.
Luego de la mala experiencia que vivió, optó por ir a perseguir su sueño con otra familia, en comparación con lo acontecido estas, si le brindaron el estudio que por años buscó, luego llego a sus oídos la triste noticia del fallecimiento de su padre por lo que su hermana su hermana Sonia, decidió asumir la responsabilidad de tutor, asumir la supervivencia y estudios de rosa.
No obstante, a pesar de las buenas intenciones de su hermana, Rosa decide trabajar en las mañanas como ama de casa y por la noche estudiar. Meses después de trabajar y estudiar, el jefe de Sonia le hace una propuesta que favorecía a las dos hermanas; trabajar como ayudantes de enfermería y vivir a tiempo completo en su propiedad. En este contexto pasaron cosas desafortunadas a las dos mujeres.
“Trabajé y estudié arduamente todos los días, hasta que no pude soportar el acoso y abuso de autoridad que este hombre ejercía sobre mí», una noche Rosa llegó tarde de estudiar y se dirigió hacia la habitación donde dormía, se levantó al escuchar el sonido de pasos que se dirigían a su puerta, fue cuando vio a su jefe entrar en horas de la madrugada e intentar besarla.
Asustada de lo que acababa de suceder corrió donde su hermana, desde esos momentos supo que estaba en peligro, pero por las amenazas que recibió no pudo mencionar nada, » aprovechando que estaba sola, ese hombre no solo entraba a mi cuarto, cada vez que tenía la oportunidad, también cerraba todas las puertas de la casa y comenzaba a tomarme con impetuosidad era entonces cuando sacaba todas fuerzas para huir, estaba viviendo un verdadero infierno», describe tristemente.
Aceptando su triste realidad en manos del agresor decide, contarle todo a Sonia, quien lastimosamente la ignoro por completo, tanta fue su desesperación por el acoso sexual recibido, que en una fría noche pensó seriamente asesinar a su jefe, “Estaba tan psicoseada, que ya no dormía, no comía, ni siquiera podía estar en un espacio reducido con este hombre, ahora que lo pienso este trauma lo llevó hasta ahora con cincuenta y dos años, me ha afectado tanto que no pude establecer relaciones con personas que no sepan controlar sus emociones», recalca con un frustrante tono de voz.
Lo que Rosa, hizo fue; esperar que los dueños de la casa volvieran del paseo que daban los fines de semana, entonces planeo cómo y por donde llevaría el cadáver, luego espero ansiosa, el tiempo para poder estar a solas esa madrugada del domingo para acabar con su martirio. Pero como enviada por Dios, la persona que apareció esa noche fue Sonia, quien al estar por un largo tiempo hablando con Rosa, descubrió el cuchillo debajo de su almohada, fue entonces cuando supo lo que realmente estaba sintiendo su hermana.
«En ese momento pensé, mi hermana realmente estaba mal psicológicamente e imaginaba el tipo de maltrato que estaba sufriendo. Pero como, yo no lo sufría no pude entenderla de ninguna manera’ puntualiza Sonia con voz pausada y mirada triste mientras juega con su cartera.
En aquel tiempo Sonia, desesperada por la situación, decidió confesarle toda esta situación con un buen amigo que pertenecía al departamento de Policía, le contó todas las cosas ilegales que se hacían en el Policlínico, desde abortos a menores sin licencia hasta intercambiar servicios médicos con intenciones sexuales, “en una ocasión presencié como, el esposo de una de las pacientes regresó con un objeto corto punzante e intento matar al agresor, por violentar a su esposa mientras estaba en una intervención clínica», narra con voz burlesca.
Después de pensar en todas las repercusiones que tendrían, dispusieron no hablar y buscar un pretexto para no salir perjudicadas, «mis hijas acudieron a mí, cansadas, aterradas, como madre quería lo mejor para ellas y, dejé a rosa al cuidado de Sonia. Yo soy una mujer de campo, en mi época era normal que los hijos a temprana edad salieran a buscar oportunidades a la cuidad”, contrasta Santa madre de las hermanas.

Finalmente, estas hermanas decidieron hablar con los padres del agresor, furiosos admitieron saber todo sobre su hijo, y como obraba con las mujeres que estaban a su alrededor, las ayudaron a encontrar otro trabajo con personas que fuesen buenas con las jóvenes, más aun sabiendo por lo que habían acontecido por culpa de su primogénito. En este hogar terminaron sus estudios, Rosa prosiguió a estudiar la universidad, estuvo en una relación que no duró mucho, de esto nació su única hija con quien vive en la actualidad. Mientras que, Sonia continuó ejerciendo su profesión de enfermera, en su localidad es conocida como la enfermera de los pobres, ya que es quien ayudó a personas de bajos recursos.
“Comprendo que mi madre la pasó mal y sufrió mucho, pero estos sucesos hicieron de mi vida una película donde imaginaba que todos los hombres del mundo eran malos, pero ahora tengo un enfoque diferente de la vida”, estipuló María hija de Rosa.
GIPHY App Key not set. Please check settings