Un mundo más allá
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Por: Maria Emilia Zambrano Andrade.
La pandemia del COVID – 19 ha dejado palpar a primera vista su “doble cara”; afectando a gran parte de los ecuatorianos, que hace evidente tanto los problemas sociales y económicos que se viven día tras día; a partir de esta crisis sanitaria.
El 2020 inició con altas expectativas haciendo soñar a los ecuatorianos con un país en mejores condiciones; pero con la llegada repentina de un virus desconocido, todo fue cayendo en pedazos, las ilusiones se desmoronaban al paso de los días y el anhelo se escuchaba estrellar contra la realidad , con una enfermedad que ha dejado secuelas devastadores e incalculables.
https://ww2.elmercurio.com.ec/2020/10/26/pandemia-acentuara-nivel-de-pobreza/
La tasa de desempleo, pobreza y hambre; son muestra de los efectos que ha traido consigo el coronavirus, y aunque ya se encontraban latentes en algunos rincones del Ecuador, se han intensificado a gran escala.
Bahía de Caráquez, una ciudad que ha sido azotada por el fenómeno de El Niño, el terremoto ocurrido en el 98, y después de 18 años, el 16A que sacudió a la zona norte de Manabí. Cuando apenas esta cabecera cantonal tomaba fuerzas para levantarse, la pandemia se asomó, empujando a muchas familias al borde del abismo en una crisis que los atormenta mucho más de lo que podemos ver.
Una pandemia que se ensaña con los más pobres, ellos son los más vulnerables y con la menor posibilidad de acceder a servicios; como es la alimentación, salud, vivienda digna, etc.
De esta forma, la pandemia ha tomado un espacio obscuro relevante y ha puesto de cabeza a la mayoría de los hogares caraquenses; empujando a cientos de familias a una pobreza cada vez más profunda, donde su economía claramente pende de un hilo, convirtiéndose en uno de los mayores retos que han tenido que enfrentar en su arduo vivir.
https://www.bancomundial.org/es/country/ecuador/overview
Como luce la pobreza, su rostro más cercano, es en ese lugar donde la desigualdad y la pobreza recobran forma como fenómenos sociales que imposibilitan y perjudican el desarrollo de una ciudad.
Es el caso de Bahía de Caráquez, una ciudad donde muchas de las familias viven en situaciones precarias sin poder satisfacer sus necesidades básicas; como es el acceso al agua potable, luz, alcantarillado.
Este panorama se encuentra a tan solo minutos del centro y de las extensas playas o hermosos malecones de la hermosa ciudad, mostrando una imagen desconsoladora y agobiante.
Está claro que la pandemia no solo se ha llevado vidas humanas, también se ha perdido la esperanza de algunas familias de poder mantenerse a flote, tras una situación que los ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos.
Maria Carranza es madre de familia, quien sollozando cuenta algunos duros momentos que le tocó pasar durante la cuarentena, asegura que había días que prácticamente no tenían que comer, no tenían ingresos con los cuales subsistir, dado que el trabajo de su esposo no era algo estable y lo poco que conseguían al mes o lo que le regalaban sus parientes más cercanos, era para alimentar a sus hijos.
“Soy madre de 4 niños y es muy duro mantenerlos, mi esposo es albañil y en plena pandemia no le salía ningún trabajo, nadie sabe nuestra situación, todo lo que pasamos”.
María denotándose cansada, como si no hubiera dormido durante algunos días, preocupada por su situación que al parecer no la deja conciliar el sueño.
Descalzos se encuentran los hijos de María, con ropas llenas de huecos, una casa pequeña construida a base de caña muy; donde habitan seis personas, lo que se podría considerar hacinamiento, uno de los rasgos más distintivos de lo que se puede llamar pobreza. En este vecindario habitan más de 60 familias en las mismas o peores condiciones.
“Aquí no llega el agua potable, debemos de comprar tanques de un dólar para poder bañarnos y cocinar…apenas nos dura un día y a veces no tenemos ni un dólar en nuestro bolsillo”, apenado y con la mirada perdida, murmura Carlos Vera, esposo de María mientras repasa en su mente lo duro que es vivir en situaciones como estas, donde su mínimo ingreso no le alcanza en absoluto.
Carlos lleva meses sin un trabajo fijo, con un poco de vergüenza confiesa que muchas veces se han tenido que acostar sin nada en su estómago, y cuando no tiene para comprar la comida, le toca fiar en una de las tiendas que hay en el vecindario, para poder alimentar a sus niños, que le toca pagar cada fin de mes. Pero este mes no podrán pagar la cuenta…
https://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/POBREZA/2017/Junio/062017_Pobreza%20VF.pdf
Es así como la pobreza está constituida por cadenas que no se romperán y no cesará, hasta que ellos no tengan un trabajo que les permita tener ingresos permanentes que cubran sus necesidades básicas; vestimenta, alimentación, educación, una vivienda digna, salud, transporte.
Aunque no tienen asegurado nada de esto, para las estadísticas del INEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) ellos no serían considerados pobres, según el INEC se considera a una persona pobre si percibe menos de 84 dólares mensuales por ingreso en la familia y extremadamente pobre si recibe menos de 47 dólares.
A pesar de que la familia de María y Carlos, en algunos meses puede tener ingresos mayores a los 80 dólares, hay meses en los que no tienen ningún ingreso y es así como este círculo no acaba y con la pandemia el número de familias que viven de la misma forma ha ido en aumento.
Por su parte, Marco Zambrano, docente de Economía y Finanzas, en la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí en la extensión de Bahía de Caráquez, lamenta que no se haya avanzado y no se han buscado soluciones óptimas para la erradicación de la pobreza o disminución de la misma, más aún cuando tenemos una pandemia que nos aqueja, y se prende en cada instancia que se vive actualmente.
“Desde el lado económico, los economistas planteamos que la vulnerabilidad a algunas familias se da porque hay diferentes accesos a recursos, por ejemplo, tener acceso a servicios financieros, al necesitar capital, un préstamo, una inversión es muy difícil y es donde los pequeños emprendedores, campesinos, agrícolas, no pueden llegar”, con seguridad Marco.
Está más que claro que la recuperación de Bahía es un proceso que va muy lento como a pasos de bebé, quizás tome más de dos décadas volver a respirar los mismos aires de lo que algún día fue la «ciudad sin copia».
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