Jugando por unas monedas
Decenas de niños y adolescentes transitan por una de las calles mas reconocidas de la ciudad de Santo Domingo, con la esperanza de un día dejar esas asfaltadas avenidas que se han vuelto su segundo hogar.
La calle Ambato, es reconocida por estar llena de vendedores ambulantes, específicamente vendiendo frutas y legumbres. Esto ha dado paso a que varias familias sacrifiquen a sus hijos para “poder llevar el pan a la mesa”, afirma uno de los vendedores.
El trabajo infantil se considera a menores, cuando trabajan al menos una hora o más durante la semana en actividades de producción económica, en este caso los niños que trabajan bajo estas situaciones se los considera ocupados. Dentro de esta problemática está el rango de edad de niños de entre 5 a 17 años.
Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil llevada a cabo por el Instituto Nacional de Estadística y Censos en el 2012 estimó que el 4.2% de los niños entre los 5 y 14 años trabaja en Santo Domingo y que el 36.0% de ellos realiza trabajo infantil peligroso. La prevalencia del trabajo adolescente es mayor, en la provincia el 16.0% de adolescentes entre los 15 y 17 años trabajan. Además, el 12.8% de los niños de la provincia realizan tareas domésticas (INEC, 2012).
El portal web de Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI), puntualizó que la tasa de trabajo infantil de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años a nivel nacional es de 8,6%, en lo que llevaba del año 2012.
Johana Encalada, comerciante ratificó que alrededor del mediodía, es cuando mas niños y niñas aparecen con sus funditas en mano o unas pequeñas bandejas de plástico, queriendo ganarse unas monedas para solventar y ayudar a sus familias.
Con miradas cansadas pero soñadoras, es como se encontraban a varios niños ofreciendo sus productos y mendigando a la ciudadanía que compren al menos uno de sus “mercaditos”, con la finalidad de ayudarse para sus estudios, afirmó uno de ellos.
Selena M. una de las niñas vendedoras, con mirada de guerrera y con la ilusión perdida, reveló que gran parte de su día lo pasa trabajando, vendiendo cilantro, para de esa manera ayudar a sus hermanitos y su mamá que no puede trabajar porque está en estado de gestación; Selena, con ojitos de ilusión, admite que en un futuro desea ser una gran “doctora de niños”, o tal vez una periodista para salir en televisión y ser una conductora de programa como Alejandra Jaramillo, quien es su más grande inspiración.
Se estima que 7 de cada 10 niños y niñas que trabajan en la avenida Ambato, son menores a 12 años y no estudian por dedicarse a la comercialización de frutas y verduras para de esa manera ayudar en sus hogares.
“Existe un problema en Santo Domingo, que nadie lo nota o quizás le hacen caso omiso, los niños deberían estar en las aulas de clases, en sus hogares jugueteando o haciendo tareas escolares, más no peligrando su vida por unas monedas, porque la ciudad está apretada en temas de secuestros y robos de menores de edad”, reveló el docente José Mero mientras denotaba impotencia.
La Organización Internacional del Trabajo, alude que el trabajo infantil interfiere con la escolarización, porque les priva de la posibilidad de ir a clases, les obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o les exige combinar el estudio con un trabajo pesado y que abarca mucho tiempo.
Uno de los comerciantes de la avenida Ambato, admitió que, en su caso le toca llevar a sus niños luego de la escuela a trabajar, porque es padre soltero y no tiene con quien dejarlos en casa.
“Ha sido complicado, pero no incapaz este reto, mis hijos gracias a Dios estudian, el mayor me ayuda a vender las frutas y el menor grita lo que vendemos, aunque muchas de las veces no se le entiende”, enfatizó el comerciante mientras sonreía escuchando a su pequeño hijo ayudarlo.
Además, añadió que las ventas se han incrementado considerablemente, porque el corazón de las personas que lo ven con sus dos hijos y escuchan al menor de ellos, se les estremece y le colaboran así sea con una pequeña compra, sin dejar de lado que nunca tuvo ni tendrá la intención de costearse de sus niños y la buena voluntad de ellos en ayudarle.
“Esta zona de Santo Domingo es muy frecuentada por personas locales y las que salen de los campos para hacer compras al por mayor, ya que sus precios son accesibles y cómodos”, así lo expresó un agente municipal, mientras que entre miradas de guerra sin tregua observada y sacaba a los vendedores.
En la ciudad, no está permitido que existan vendedores ambulantes, por esta razón el alcalde del anterior periodo creó un mercado municipal, pero pese a esto, existen comerciantes en las calles, por distintas razones, entre ellas que no alcanzaron un local o muchas veces prefieren vender en las calles para así no tener que pagar valores de servicios que hay dentro de las instalaciones del marcado.
“Tengo la esperanza de algún día poder terminar el colegio y darle una vida digna a mi hijo, empecé a vender legumbres a los 12 años para ayudar a mi mami, porque teníamos muchas carencias en casa y era la forma de poder ayudarla, porque mi papá no aportaba y mis hermanas y yo necesitábamos comer y estudiar; ahora tengo 16 años y un bebé que me toca traerlo a mi lugar de trabajo, porque mi marido y yo trabajamos” explicó María mientras su mirada vacía acompañaba su tristeza.
El trabajo infantil hace que estos niños crezcan en las calles y aceleren su crecimiento, no solo físico, sino que también mental. Por esta razón, se logra observar a varios niños cuidando a otros niños como si fuera un juego de muñecas, captando así una de las principales causas que conllevan a esta labor desde temprana edad, de allí parte el embarazo adolescente y la pobreza en cierto grado.
Para la INEC en un censo en el año 2012, se estima que generalmente los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en condiciones de trabajo se autoidentifican como indígenas, mientras que las otras etnias tienen niveles bajos.

En una pequeña encuesta aleatoria, estos niños afirmaron que en su totalidad sus ingresos rondan entre los 100 a 200 USD mensualmente; Además, acotaron que 6 de cada 10 niños trabajan para apoyar en su hogar, mientras que el restante lo hace porque no le interesa la educación.
Mishell Angulo, vendedora de esta famosa avenida, con tan solo 16 años recalcó, que se dedica a la venta de mote cocinado hace mas de un año, por decisión propia, ya que cuenta que no deseaba estudiar porque siente que eso no es para ella.
También cuestionó la poca atención de las autoridades y los agentes municipales que resguardan esta avenida, hacia los niños que son alquilados por sus padres, para ir a mendigar pidiendo limosna, ella prefiere vivir en su burbuja de ensueño de solo dedicarse a trabajar y si algún día si ella desea, ponerse a estudiar.
“Hacemos un llamado al alcalde y autoridades para erradicar y evitar que mas niños sigan en la calle en condiciones de trabajo, ya que es peligroso y forzado para tan temprana edad”, clamó una compradora cuando compraba su fundita de mote cocinado.
Aseveró que además, durante los últimos años después de pandemia se han incrementado bastantes niños en estas calles y que las autoridades solo aparecen en campañas electorales y luego dejan este tema en el olvido, dejando así el problema en la misma situación de siempre o hasta peor.
Gishet Mera, ex trabajadora del MIES narró que durante su periodo de trabajo en dicha institución le tocaba ponerse la mano en el corazón para evitar que se le saliera por el dolor de oír tantos casos de mujeres que envían a sus hijos a trabajar por la falta de ingresos en sus hogares, que, a pesar de recibir un bono, este no le es suficiente por la cantidad de niños que tienen.
“El corazón se me ponía tan frágil como un pedazo de vidrio, pero tenia que tener un escudo metálico para sostenerme ante tan penosas historias de mujeres y niños que salen día a día a ganarse unas cuantas monedad, mientras los mas pequeños juegan en el pavimento que se ha vuelto su segundo hogar”, determinó Mera al momento que secaba sus lágrimas con un pequeño pañuelo blanco.
El trabajo infantil causa mucha controversia en el Ecuador, porque impide al niño vivir una vida plena, saltándose etapas importantes en su vida, afectando así su dignidad y su salud física y emocional porque lo aleja de su familia y la etapa escolar, una problemática sin fin
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