Golpes de burlas

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Son 12 las instituciones educativas que forman parte del aprendizaje académico de los niños y jóvenes del cantón Jaramijó, 9, brindando una educación gratuita, y 4, dan apertura a una educación pagada. Y aunque, son pocos los padres que se animan a enviar a sus hijos a una escuela particular, se esfuerzan a diario para sostener a sus pequeños durante el tiempo que determine el cronograma escolar. Sin embargo, esto no detiene el abuso que los infantes reciben por parte de sus compañeros como una actividad de diversión infantil en el recreo e incluso, dentro del aula.

El sistema de educación en Ecuador en los últimos años ha estudiado diversos casos de acoso escolar, donde el 22,8% han sido víctimas que van de los 11 a 18 años, que sufren a diario disparos de burlas que hieren su inocente corazón. Durante el tiempo de virtualidad se logró obtener cifras favorables ante los casos de bullying que venía incomodando la tranquilidad de los estudiantes como púa en el zapato. Ante ello, Lourdes Rosales estudiante de la Unidad Educativa del Milenio Dra. Guadalupe Larriva, pequeña y tierna niña de 10 años, de cabellera larga y ondulada, con piel suave y llena de pecas, oriunda de Jaramijó, revela que en el tiempo que estuvo en clases presenciales sufrió burlas por parte de sus compañeros, que a su corta edad llegó a pensar que era un simple juego que al siguiente día cambiaría.

“Cuando anunciaron que las clases volverían a ser presenciales me puse muy feliz, la alegría recorría todo mi cuerpo, contaba los minutos para volver a la escuela y ver a mis amigos que por mucho tiempo no los veía, pero no todo fue como yo pensaba, mi felicidad quedó disuelta como un dulce algodón de azúcar en la boca cuando comencé a recibir mofas de mis compañeros por mis pequeñas pecas en el rostro”, relata Rosales, mientras sus chinos ojos se llenan de lágrimas al recordar el duro momento que pasó en su escuela. Añade que, en el transcurso de las horas de clase le lanzaban bolas de papel que golpeaban su cabeza sin que su maestra se diera cuenta, que en la salida recibía amenazas para que no les comentara a sus padres lo sucedido, de lo contrario al siguiente día le iría peor.

En el país, según el periódico El Comercio, los casos de bullying en las escuelas y colegios, se observan más dentro de las instituciones de educación fiscal, donde existe gran cantidad de estudiantes que interactúan donde las papas queman, una de las causas es la poca supervisión que tienen de los docentes dentro de las instituciones durante el tiempo del recreo. Lourdes Lucas, maestra de la Escuela Particular Jaramijó, aclara que, cuando sus pequeños estudiantes salen a divertirse al recreo, está pendiente de los niños como león a su presa. De igual forma, acota que, ya son varios los años que lleva impartiendo clases y no ha sido testigo de ningún caso de agresión psicológica ni mucho menos física en los infantes.

Pequeñas agresiones son las piezas de un rompecabezas que al final del día se convierte en un roble de golpes para los estudiantes, practicando el acoso como el núcleo del problema. Y aunque, el cantón Jaramijó no cuenta con gran porcentaje de casos de bullying en las instituciones educativas, los docentes toman como prioridad enfatizar a sus estudiantes que las agresiones no son juego de cartas. A la larga se convierte en costumbre y puede llevar al agresor a hacer actos más allá de solo pequeñas burlas, incitando al agredido para acabar con su vida sin saber que el dolor que ocasiona parte de los problemas internos que infieren en el infante como un simple juego de niños.

 

No obstante, Steffany Cantos, madre de Lourdes, señala que le fue muy difícil darse cuenta que su retoño se encontraba en un fino hilo de sufrimiento desencadenado por las agresiones recibidas en la escuela, donde suponía que iría a aprender. “Como madre me preocupo por mi hija, pero no sospeché en ningún momento que sería el núcleo de burla para sus compañeros, fue muy doloroso cuando lo supe”, lamenta con una voz quebrantada que denota decepción ante el complicado relato de su hija. También, insinúa que la maestra no supervisa el comportamiento de los estudiantes, dejándolos

libres en un viaje sin rumbo donde hacen cualquier cosa sin importar que se agredan entre compañeros, ya que, su inocencia no los deja ver la realidad de las ofensas.

Acudir a las autoridades y denunciar el acoso que sufren los pequeños en las escuelas, inicialmente si los maestros están involucrados, es uno de los primeros actos que tienen que hacer los padres de familia, enfatiza Karina Mendoza, abogada independiente, especializa en llevar casos donde los infantes sean los involucrados y quien ha estado en defensa de familias que han palpado de cerca el silencio profundo de sus hijos. “No hay que callar, no hay que permitir que nuestros hijos sean maltratados por otros pequeños, se tienen que llegar a lo legal si las autoridades académicas no hacen nada, no dejemos que un juez disponga las agresiones como diversión”, impugna mientras expresa enojo por casos similares que han llegado a la muerte, cuando las decisiones de un juez han sigo erróneas.

De 4 a 5 años, según lo enuncia el periódico El Universo, es el tiempo de detención que se le asignan a los docentes que se involucran en actos de agresión contra los estudiantes, siendo ellos los que provocan que los demás pequeños maltraten a sus compañeros, incitando también a los compañeros a seguir el mismo rumbo de burla. Por otro lado, Mendoza, asevera que llevar consigo un caso de bullying no es tarea fácil, se deben mostrar las pruebas suficientes para que el acusado cumpla con los años que se estipulan en el art. 177 del COIP, más aún si se tratase de un maestro como el agresor.

 

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Santiago Anchundia, es un hombre trabajador, un padre que protege a sus hijos como ángel guardián, de piel morena, cabello oscuro y contextura gruesa, que tuvo que enviar a su hijo a la de edad de 15 años a estudiar al extranjero porque recibía agresión física en la secundaria. “No llegué a imaginar que el silencio de mi hijo hablara por sí solo, él era muy comprometido con sus estudios, pero repentinamente sus calificaciones comenzaron a descender, en ese momento pude entender que algo no estaba bien, mi hijo confesó lleno de miedo que era agredido por sus compañeros, recibía insultos y se aislaba de ellos, que los moretones de su cuerpo eran causados por golpes”,

detalla mientras observa la fotografía de su hijo que lo cobija en momentos de ahogo y decepción.

A pesar de que, la tranquilidad de Anchundia es sostenible, aún tiene recuerdos que lo quebrantan en su día a día, sin embargo, tiene la satisfacción y la calma de saber que su hijo está feliz como un pequeño con dulces. “Me siento tranquilo al saber que mi hijo está fuera del país, que donde se encuentra no sufre de agresiones que lo limiten a cumplir sus sueños, ¡mi felicidad es por él y para él!”, exclama con una sonrisa en su rostro mientras acaricia la mejilla de su retoño plasmada en una imagen.

Patricia Mantuano, psicóloga de la “U.E.M” Dra. Guadalupe Larriva, quien lleva muchos años estudiando los comportamientos de los niños dentro y fuera del aula de clases, confiesa que el mal comportamiento de los menores muchas veces vienen del hogar, que las discusiones de sus padres pueden ser el resultado de sus desenvolvimiento en clases, por ello, llegan a compartir las agresiones como chicles en feria con sus compañeros dentro del aula, sin conocer que están maltratando y causando dolor de manera indirecta a los otros pequeños.

De la misma manera, Mantuano enuncia la importancia que debe ser implementada en todas las instituciones para combatir el acoso escolar. “Conocer a los pequeños agresores desde casa es el deber que nosotros los psicólogos debemos hacer, no tenemos que señalar al pequeño como culpable del acto, es un niño que repite las acciones que observa en su casa junto a su familia”, puntualiza durante una charla con los padres de familia creada con el fin de dar a conocer más sobre el tema del acoso.

Pese a que en Jaramijó, no se presentan casos mayores de acosos entre compañeros, constantemente se lleva un control en las instituciones educativas para evitar que se realicen actos de agresión, las autoridades institucionales evalúan el comportamiento de sus estudiantes a través de pruebas psicológicas con el fin de conocer y entender la conducta que estos dulces retoños presentan en las aulas.

Autor: Erick Jael Alcívar Chonillo. 

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