No sabe de imposibles

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“No había nada”.

A Ailén Habarna le resulta sencillo describir el panorama con el que se encontró cuando tomó el timón del seleccionado femenino de fútbol playa en octubre de 2019. Porque efectivamente no había nada. Sobre una hoja en blanco le tocó empezar a escribir la historia de esta disciplina jugada por mujeres dentro del ámbito de la Asociación del Fútbol Argentino. Hacerlo, pandemia mediante, fue mucho más complejo que recordarlo hoy, cuando su equipo se prepara para competir por segunda vez en un torneo oficial, publicó El Clarin.

Una combinación de trabajo obsesivo, curiosidad y necesidades ajenas puso a esta tandilense de 33 años ante el desafío de conducir al primer combinado femenino argentino de esta especialidad. Hasta entonces, poco sabía ella sobre este deporte, pese a que su vida había transcurrido casi íntegramente con una pelota junto a sus pies desde que empezó a patear, a los cuatro años y rodeada de varones, en la canchita de la escuela a la que asistía, que estaba frente a su casa y de la que su abuela era celadora.

En su ciudad, jugó en Unicen, Talleres y Santamarina. Experimentó con el básquet cuando se mudó a Olavarría para completar sus estudios (es profesora de Educación Física). Y luego de graduarse se mudó a Buenos Aires en 2013 para incorporarse a la Primera de Boca. Ese mismo año, al fútbol 11 le sumó el futsal, que practicó primero en el club de la Ribera y luego en Sportivo Barracas, donde actualmente es coordinadora de todas las divisiones de la disciplina.

A través del futsal tuvo su primer vínculo con la AFA. A principios de 2017 conoció a Diego Giustozzi, entrenador del seleccionado que un par de meses antes se había consagrado campeón mundial en Colombia, quien había montado una de sus academias en la sede de Sportivo Barracas. En ese entonces también tomó contacto con los ayudantes de Giustozzi, Matías Lucuix (hoy entrenador del combinado masculino) y Nicolás Noriega, y con Jonathan Sanzi, presidente de la Comisión de Futsal de la AFA.

“Hasta ese momento, no había procesos en la selección femenina. Cada vez que había un torneo, se elegía a algún técnico que tenía algo desarrollado en algún club y se juntaban las jugadoras 10 días antes para prepararse”, explica Habarna, que en ese momento dirigía a la cuarta y la quinta división masculinas y femeninas de Sportivo Barracas. “Joni (Sanzi) me decía que se iba a formar un cuerpo técnico y que quería que hubiera una ayudante de campo mujer. Yo no lo tomaba en serio porque pensaba: ‘¿Cómo yo voy a estar en la Selección?’. No podía hacerme la idea”, admite.

En mayo de 2017 le propusieron integrar ese naciente cuerpo técnico que tendría como cabeza a Nicolás Noriega. La confirmación llegó a través de Florencia Pereiro, jugadora y dirigente de Sportivo Barracas e integrante de la Comisión de Futsal de la AFA. “La China me mandó un audio en el que me decía que la semana siguiente tenía que ir al predio de Ezeiza a firmar el contrato. En ese momento, yo trabajaba a la mañana en la Fundación Boca Social. Estaba yendo en bicicleta al club cuando escuché el audio. Paré, dejé el teléfono y me largué a llorar”, recuerda.

Pero esa puerta que se abría llevaba aparejada una renuncia: la función de asistente era incompatible con su rol de futbolista. Por entonces, tenía 28 años y jugaba al fútbol 11 en Boca y al futsal en Sportivo Barracas.

– ¿Cuánto te costó dejar atrás a la jugadora?

– Fue muy duro porque me sentía en mi mejor momento. Pero tuve que tomar la decisión. Sabía que me iba a doler muchísimo y todavía me duele, pero no me arrepiento porque todo lo que viví y vivo con la Selección es único. Y además me di cuenta de que me gusta mucho dirigir. Hice una buena elección.

Para Habarna, sus lugares de trabajo son mucho más que eso. Son espacios que asume como propios, en los que pasa mucho más tiempo que el que su labor específica demanda, a los que les entrega buena parte de su energía vital y de los que procura absorber todo lo que puede. Eso le sucedió con el predio de Ezeiza desde el primer día. “A veces recorro lugares que no son los míos y aprendo un montón de cosas viendo a otras selecciones y conociendo a otros técnicos. Y más con la gente que hay ahí”, asegura.

Así fue como entró en contacto con el fútbol playa. “Si bien no tenía nada que ver con la disciplina, tenía un buen vínculo con Hernán (Magrini, entrenador del seleccionado masculino) y me la pasaba viendo los entrenamientos en el predio”, cuenta. Observar y asimilar fueron los primeros pasos. Luego le tocó pasar a la acción.

En septiembre de 2019, la AFA recibió de la Confederación Sudamericana de Fútbol una invitación para que su seleccionado femenino de fútbol playa participara en la Liga Evolución, un cuadrangular organizado por la Dirección de Desarrollo de la Conmebol que se disputaría a principios de noviembre en Asunción. Pero Argentina no tenía seleccionado. “Había que presentarse porque ya habían mandado varias invitaciones y habían sido rechazadas. No se podía rechazar una más. No había nada, pero había que presentar una Selección sí o sí, no quedaba otra”, resume Habarna.

Sin abandonar su labor como asistente en el seleccionado de futsal (que todavía desempeña), ella fue la elegida para hacerse cargo de esa tarea contra reloj y plagada de dificultades, ya que por entonces ni siquiera existía un torneo local de fútbol playa para mujeres. Ayudada por Hernán Magrini, hizo una primera preselección y con ese grupo de jugadoras pudo trabajar apenas 15 días antes de saltar a competir.

– ¿Cómo se arma un seleccionado desde cero y con tan pocos recursos?

– Empezamos a buscar contactos de los pocos equipos que existían. Algunos clubes que tenían equipo masculino ya habían empezado a meter algo de femenino. También había algunas chicas que habían participado en los Juegos de Playa y a las que yo conocía porque también jugaban al futsal. Entre esas chicas que yo conocía y otras que Hernán había visto en Escobar y en algunas zonas que tenían equipos hicimos un preseleccionado. También había algunas jugadoras de Rosario, que es una ciudad que apuesta un montón al fútbol playa.

– ¿Cómo fueron esos primeros días de trabajo?

– Estaba muy nerviosa porque era un terreno en el que no me desenvolvía en ese momento. Me apoyé muchísimo en Hernán, que tiene un montón de años de experiencia en el fútbol playa. Él me guió y me ayudó para armar el equipo, para pensar cómo organizar un viaje con un equipo de playa, para plantear los sistemas de juego. Si bien se pueden adaptar un montón de cosas del futsal, es una disciplina totalmente distinta.

En esa experiencia iniciática en Asunción, Argentina perdió con Brasil, que dos semanas antes había conseguido la medalla de bronce en los Juegos Mundiales de Playa (el torneo más importante de este deporte en su rama femenina), y con Paraguay, que también había participado en ese certamen en Doha (Catar), pero le ganó a Chile, otro combinado que estaba dando sus primeros pasos en la especialidad. “No podíamos ir a competir con Brasil y Paraguay, así que fuimos a ver cómo podíamos desenvolvernos. El primer partido (con Paraguay) fue muy duro por los nervios que tenían las chicas. Éramos inferiores y ellas nos lo hacían sentir. Pero ganamos el partido que teníamos que ganar y eso fue un desahogo”, rememora la entrenadora.

Después de más de dos años de labor como asistente de Nicolás Noriega en el futsal, Habarna se convirtió entonces en la primera mujer a cargo de un seleccionado de la AFA. “Yo tenía la experiencia de haber viajado a torneos internacionales de futsal que habían hecho que me acostumbrara a un montón de cosas que te pide la Conmebol (itinerarios, horarios, traslados). Pero a la hora de estar en la arena, yo ya no era la ayudante, sino que era la responsable y tenía que tomar todas las decisiones”, subraya.

– Con semejante presión, ¿pudiste disfrutar algo de ese torneo?

– Totalmente. Fue como volver al momento en que empecé a dirigir a las chiquitas en el club. Lo disfruté un montón. Incluso me peleé con los árbitros. Quizás eso me ayudó a liberarme un poco de los nervios. Fue una experiencia espectacular para mí y para las chicas, que por primera vez iban a una Selección y representaban al país en el deporte que a ellas les gusta.

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Después del torneo en Paraguay, el plan era darle continuidad al proyecto y retomar los entrenamientos en marzo de 2020. Incluso Habarna llegó a confeccionar una lista de jugadoras que serían convocadas. Pero la pandemia de coronavirus y las restricciones de circulación que se implementaron impidieron que el grupo volviera a reunirse en Ezeiza.

– ¿Y entonces?

– Hablamos con todas las jugadoras, armamos un grupo y empezamos a entrenar por Zoom. Estuvimos ocho meses así. Hacíamos una o dos sesiones por semana. Una siempre era para mantenimiento físico y en la otra, por ejemplo, hacíamos trabajo con el psicólogo, con el nutricionista o con el profe que daba reglamento en el predio. Muchas veces terminábamos con un juego, siempre tratábamos de inventar algo para que no fuera tan tedioso. También les dábamos trabajos prácticos para que hicieran en grupo, para mantener el contacto más allá de los encuentros en el Zoom.

A fines de ese año, y ante la posibilidad de una flexibilización en las pautas para los entrenamientos grupales, decidieron suspender los trabajos virtuales. “En ese momentos, ellas ya querían quemar el Zoom”, reconoce la entrenadora. Pero las prácticas de la Selección no pudieron reiniciarse en 2021. “Fue muy duro para todas, casi como si nunca hubiésemos arrancado, porque no podíamos juntarnos físicamente con el grupo de 20 chicas. De todas maneras, no me arrepiento de los ocho meses de entrenamiento por Zoom porque fueron muy productivos en un montón de cosas”, asegura.

Una nueva invitación, esta vez de la Concacaf, volvió a dinamizar en estas últimas semanas el proyecto (que a mediano plazo incluye el desarrollo de un equipo Sub 20): el seleccionado participará entre el 14 y el 16 de abril en la Copa El Salvador, un cuadrangular que se disputará en Costa del Sol y en el que también intervendrán el combinado anfitrión, Estados Unidos y Bahamas. “Es muy raro que lleguen invitaciones como esta cuando no tenés visibilidad, pero es muy importante. Más allá de cómo nos vaya, es importante que se sepa que tenemos una Selección y que estamos tratando de desarrollarla. Además va a ser una buena medida para saber dónde estamos paradas”, argumenta Habarna.

Después de las primeras semanas de entrenamiento en este nuevo ciclo, la conductora está muy satisfecha porque percibe un progreso notable respecto al primer equipo que formó en 2019. “Las chicas están muy bien, tienen mucho compromiso y adrenalina. Se entrenan con muchas ganas, quieren estar en la lista final, que es muy cortita, de 10 jugadoras”, destaca. Aunque todavía convive con la limitación de tener una base muy acotada.

– El fútbol tradicional o el futsal se suelen practicar en clubes, en escuelas, en plazas. ¿Cómo se construye el camino de una jugadora de fútbol playa que no tiene esas opciones?

– El playa va de boca en boca. Muchas son chicas que ya no juegan al futsal o al fútbol 11 y a las que invitan a jugar playa. Es un deporte muy atractivo y eso ayuda. Además se juega sobre una superficie que no genera lesiones. Y no tiene la exigencia horaria que requiere un club que compite en AFA y a otro nivel, entonces se pueden acomodar con los laburos, además algunas son mamás. Es más accesible poder jugar playa. Por ahora, estamos trabajando con muchas jugadoras que vienen de otras disciplinas, no exclusivamente de futsal. Hay chicas que vienen del handball. Pero creo que, de a poquito, empezará a haber jugadoras específicamente de playa porque se está desarrollando muy rápido.

– ¿Cuáles son las destrezas específicas más importantes para una jugadora de fútbol playa?

– Hoy estoy buscando que tengan buena técnica y que tengan una buena altura, un centro de gravedad alto, porque son cualidades necesarias en un deporte en el que hay muchas piruetas. Puede ser que de entrada les cueste adaptarse a la superficie, pero si son técnicamente buenas, los conceptos los van a incorporar.

– Vos viviste desde adentro el crecimiento del futsal en el país en estos últimos años. ¿Qué se necesita para que el playa dé ese salto?

– Lo principal es la estructura de los clubes. Hay clubes que tienen equipo masculino y les cuesta mantenerlo, entonces no desarrollan el femenino. Además sería importante que los clubes que ya tienen la disciplina empiecen a armar escuelitas para que los chicos se empiecen a enganchar. Todavía no se pueden armar categorías inferiores, pero sí algo recreativo para que los más chiquitos empiecen a probar.

Así como valora la necesidad de reforzar el trabajo en las bases, Habarna también considera fundamental la labor de capacitación de los entrenadores y las entrenadoras de la especialidad. Por el momento, no hay un sistema de homologación de licencias como existe en el fútbol 11 y en el futsal. “Si no tenés las herramientas para formar a una jugadora, vas a hacer más o menos lo que te parece, lo que te enseñaron alguna vez o lo que viste en YouTube. Sería bueno que la FIFA y la Conmebol tuvieran instructores que pudieran venir a hacer clínicas intensivas”, propone.

Porque todavía hay muchísimo por hacer, aunque el panorama es muy distinto al de octubre de 2019, cuando nada había. Los primeros frutos del trabajo empiezan a verse, más allá de las ansiedades habituales en el deporte de alto rendimiento. “Ojalá me toque ver los resultados de esto -se ilusiona Habarna-. Pero si no me toca, quiero dejar algo para que quien venga tenga una base. Hay que explorar un montón de cosas y todo lo que se explore será positivo. Todo lo que hagamos para mejorar el playa va a estar bien porque no hay un antecedente de esto. Estamos construyendo”.

Una disciplina en crecimiento
Más allá de que patear una pelota en la arena parece un entretenimiento antiquísimo, el fútbol playa como actividad reglamentada es una disciplina joven: recién en 1992 se redactó el primer cuerpo normativo y en 2004 la especialidad quedó bajo el paraguas de la FIFA. La primera Copa del Mundo se disputó un año después en Copacabana y la ganó Francia, con Éric Cantona en sus filas.

Argentina participó en aquel primer Mundial, al igual que en los siete siguientes, hasta 2015. Pese a ello, en el país no existió hasta 2017 un torneo de clubes organizado por la AFA, cuyo primer campeón fue Unión Deportivo Provincial de Empalme Lobos.

Al igual que en otros deportes, la rama femenina ha alcanzado un desarrollo bastante inferior a la masculina. Por el momento, no se disputan Mundiales ni Copas América, ni tampoco hay competencias de clubes organizadas por la Conmebol. En Argentina, el primer torneo de la AFA fue en marzo de 2021, 17 meses después de que se formara la Selección: participaron seis equipos y el campeón fue Buenos Aires City, que derrotó en la final a Argentino de Rosario. “Esa final se jugó en el predio de la AFA y la transmitió DeporTV. Eso se hizo para que la gente la viera y así le picara el bichito”, explica Habarna.

En febrero de este año se jugó la primera edición de la liga nacional en Puerto Madryn (la ganó Arena Madryn). Y el fin de semana pasado comenzó la segunda edición del torneo de la AFA, esta vez con ocho participantes. Uno de los que se incorporó fue Boca. “Sin desmerecer a los clubes que vienen practicando la disciplina hace tiempo, si los grandes se meten, la visibilidad es otra. No importa cómo juegue el equipo, la gente empieza a seguirlo, las redes sociales empiezan a viralizar el fútbol playa”, destaca la entrenadora del seleccionado.

Si bien resalta el crecimiento del certamen, considera que la Conmebol podría ofrecer un estímulo extra para potenciar los campeonatos domésticos y, con ello, la especialidad. “La manera de que las chicas se enganchen es dándoles una motivación, algo por lo que competir, más allá del torneo local. Tiene que haber una Copa Libertadores para que tengan la posibilidad de representar al país, que es algo hermoso. La competencia va a hacer que elijan la disciplina”, argumenta.

«Aprendí a hacerme respetar en la selva»
Desde que comenzó a jugar al fútbol en Tandil a los cuatro años, Ailén Habarna se acostumbró a habitar universos masculinizados. Aunque asegura que le gusta trabajar con hombres, también reconoce que no fue sencillo el camino que debió recorrer para posicionarse donde hoy se encuentra.

“Me acostumbré a estar en la selva, aprendí a manejarme en la selva y aprendí a hacerme respetar en la selva. Las diferencias son una realidad, pero prefiero hacer cosas para cambiar esa realidad y no solo quedarme con que hay muchas diferencias. Porque si me quedo con eso, no puedo avanzar. Tenemos que hacernos más fuertes y ganarnos nuestros lugares con trabajo”, asegura.

El hostigamiento verbal fue moneda corriente cuando empezó a dirigir a las categorías menores de futsal de Sportivo Barracas. “El típico ‘andá a lavar los platos’ es renormal. No me afecta, pero no tenemos que naturalizarlo”, remarca con la parsimonia que suele acompañarla, pero que puede perder ante estas agresiones: admite que hace unos años estuvo al borde de pelearse a golpes con un grupo de padres de jugadores de su propio equipo.

Los ataques machistas no la amedrentaron ni le impidieron llegar a dirigir en 2019 a la Primera masculina del club presidido por Víctor Santa María (secretario general del Suterh y diputado del Parlasur). E incluso le hicieron redoblar la apuesta: desde su rol de coordinadora del futsal, trabajó para que todas las categorías, tanto masculinas como femeninas, contaran con cuerpos técnicos mixtos.

Actualmente es la única mujer a cargo de un seleccionado de la AFA, el femenino de fútbol playa, aunque poco a poco las puertas se van abriendo para sus colegas: desde octubre del año pasado, Florencia Quiñones se desempeña como ayudante en los combinados sub-15 y sub-17 de futbol 11 en el cuerpo técnico que encabeza Christian Meloni.

“Ocupar este lugar me pone muy orgullosa -asegura Habarna-. Si me lo dieron, tengo que aprovecharlo. Tengo que dar lo mejor y demostrar que realmente estoy acá porque me lo merezco, porque trabajo, y no solo para mostrar que la AFA incluye mujeres en los cuerpos técnicos”.

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