Un enemigo silencioso

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Por: Sofía Saldarriaga

En silencio, sin mostrar señas de que está presente y de manera intrusiva aparece en tu vida, hasta que, de un momento a otro, clava su puñal y de manera fulminante tu vida puede acabar en un segundo. La hipertensión, al igual que la diabetes y el cáncer son enfermedades degenerativas y temidas por muchos al ser enemigos letales pero silenciosos.

Víctor Palacios se considera un hombre fuerte y afortunado, unas pocas hebras de plata decoran su cabeza delatando la sabiduría que ha ganado por la trayectoria recorrida. A sus 67 años siente la dicha de poder despertar y vivir una vida plena a pesar de las enfermedades que se esconden dentro de su coraza.

Se siente agradecido al no padecer ninguna enfermedad terminal, pero con un matiz más serio en su voz reconoce que la hipertensión si cambió su vida al aparecer de la noche a la mañana teniendo solo 48 años y siendo una persona “saludable”, ya que nunca había presentado ningún síntoma o malestar.

Eran cerca de las 3h00 en una noche helada de invierno cuando una oleada de frío hizo estremecer por completo a Víctor, él nunca suele doblegarse frente a ningún clima a pesar de encontrarse en una ciudad como Santiago de Chile, caracterizada por sus gélidos climas en esa época del año.

Recuerda haber culpado al frío por sus espasmos y temblores corporales, empezó de apoco, pero luego todo su cuerpo se encontraba agitándose contra su voluntad, de manera testaruda trató de mantenerse impasible, sin embargo, al cabo de unos minutos empeoró.

Aquella noche el temblor de su cuerpo remecía hasta las profundas fibras de su ser, despertando la incertidumbre y el miedo a lo desconocido. Apretando la mandíbula y colocando los brazos sobre su pecho intentaba inútilmente combatir aquella sensación atormentadora que perturbaba su noche.

-Amor, ¿qué tienes? – pregunta de manera preocupada su esposa, quien afortunadamente es enfermera y al contar con una vasta experiencia supo que hacer en ese caso. Se apresuró a buscar sus materiales para tomar la presión, ya que basada en sus conocimientos todo indicaba estar relacionado a una alteración de la presión arterial.

Al confirmar que los resultados arrojaban valores fuera de lo normal y los síntomas solo parecían ir empeorando decidieron tomar sus abrigos y acercase al centro de atención médico más cercano. Al momento de salir de su vivienda se vieron socorridos por un acomedido vecino que es taxista y acababa de llegar a su casa a esa hora de la madrugada.

Se dirigieron al hospital Sotero del río donde fue atendido en emergencias y luego de administrarle la medicación indicada para estabilizarlo tuvo que esperar varias horas mientras se sentía perdido en un mar de pensamientos. Eran pasadas las 9h00 cuando se le confirió el alta médica y pudo saborear la libertad saludando un nuevo día.

Esa misma mañana, armado de valor y enfrentando sus sospechas acudió a una cita con el especialista en cardiología quien le confirmó que padecía hipertensión, una enfermedad silenciosa ya que usualmente carece de síntomas, y los que aparecen pueden ser relacionados a otras enfermedades.

Ser más cuidadoso con sus comidas, ordenado con las horas en las que come y hacer actividad física fueron las principales recomendaciones del doctor, y desde ese momento empezaron a formar parte de la rutina de Víctor, ya que los correctos hábitos alimenticios y un estilo de vida saludable es la ecuación más importante para frenar, controlar o evitar enfermedades de este tipo.

Actualmente vive el día a día con normalidad a pesar de que los medicamentos regulan su sistema, disfruta a su familia y goza la etapa de la vida en la que se encuentra. Puede jactarse de que a pesar de los achaques de la edad casi nunca ha padecido de dolores de cabeza o mayores problemas, pero su esposa Ángela le asegura que no solo por ese indicativo puede dejarse llevar.

Ángela Sion, su esposa, tiene más de 40 años laborando en el campo de la salud y afirma que solo el 2% de la población llega a experimentar síntomas, sin embargo, la presión arterial alta puede tener consecuencias gravísimas como un Accidente cerebrovascular (ACV) que deja secuelas irreparables o incluso la muerte.

Pocas personas logran salvarse de un ataque fulminante e inesperado de tan letal enemigo, e incluso para quienes logran vivir con las secuelas se vuelve una carga demasiado pesada para sobrellevar. Gracias a los avances tecnológicos y médicos, las personas a las que se les logra detectar a tiempo pueden llevar una vida controlada pero normal, transformando al tensiómetro y la medicación como los aleados infaltables.

Las enfermedades no reparan en edades, estatus social o la condición económica de sus portadores. Incluso para las personas jóvenes y aparentemente saludables las afecciones están a la orden del día, convirtiendo al factor hereditario en un culpable principal.

Joselyn Flores tiene 24 años, es una mujer alta, esbelta, alegre y carismática. A simple vista es una joven común igual al resto, pero desde hace 5 años su páncreas dejó de producir insulina y después de casi entrar a un coma diabético fue diagnosticada con diabetes tipo 1, igual que sus padres.

Ella es un claro ejemplo de que las ganas de vivir siempre deben prevalecer a pesar de compartir la vida con una enfermedad como la diabetes. Joselyn confianza que a pesar de que sus padres padecieran dicha enfermedad nunca supo lo que era vivir con eso como tal o cuales eran sus síntomas, por la misma razón nunca tuvo mucha precaución a la hora de cometer con los hábitos más nocivos para esta enfermedad.

Al crecer, los deportes y actividades físicas fueron para Joselyn una fuente inagotable de satisfacción y felicidad, pero a la mitad de su adolescencia una operación de apéndice hizo poner una pausa a todas las actividades a las que estaba acostumbrada dando pie al sedentarismo, posteriormente la ajetreada vida universitaria promovió la mala alimentación basada en una dieta de carbohidratos y grasas.

Los recuerdos del día que la diagnosticaron están atesorados en su mente, pero al evocarlos se desata un torbellino de emociones y quedan revoloteando en su memoria como un estambre de abejas. Aquel 21 de agosto del 2015 se alistó para ir a la universidad como era de costumbre, eran las 7h00 cuando un severo dolor la invadió desde su abdomen, lo acreditó a su periodo menstrual, pero paulatinamente incremento al punto de desplomarse en la entrada de su facultad.

– ¡Auxilio! ¡Ayuda, llamen a una ambulancia! ¡Me duele demasiado! – suplicó desesperadamente Joselyn, considerando que podría tratarse de un embarazo ectópico y su vida estaba en riesgo.

Lo cual no se alejaba mucho de la realidad, ya que su dolor se debía a un desbalance hormonal causado por la diabetes. Después de descartar con una ecografía que sus órganos internos estuvieran en peligro se procedió a realizar exámenes donde al encontrar alterada su glucemia reveló su condición.

Esa misma tarde después de comer narra como la irrumpió un sueño tenaz que a pesar de luchar con todas sus fuerzas le iba ganando la batalla, el peligro estaba en que no era sueño lo que la asaltaba, se trataba de un coma diabético del cual pudo salir por la rápida atención de las enfermeras al inyectarle la pierna.

Con un tono emotivo rememora cuando amargas lágrimas cayeron en cascada por los ojos de su madre, mientras que las fuerzas de su padre se fueron con las palabras del médico al revelar la noticia. Joselyn sintió tristeza e impotencia porque sus padres a pesar de padecer la enfermedad nunca le advirtieron o concientizaron sobre cómo debería cuidarse.

Pero está sensación con el pasar de los años se vio remplazada por el agradecimiento de tener la opción de adquirir las medicinas y tener la oportunidad de vivir una vida relativamente normal. Ahora para ella, el ejercicio y la correcta alimentación son fundamentalmente complemento de sus inyecciones de insulina y el resto de medicación.

Le gusta hacer hincapié en que a pesar de ser jóvenes siempre se debe tener la iniciativa de velar por la salud, lo único que salva a alguien de un final desastroso es la prevención, o en su debido caso, enfrentarse a un estilo de vida más riguroso de golpe.

Tomarse la presión, hacerse exámenes periódicamente, comer sano y realizar ejercicio es la recomendación general a todos los que aún pueden evitar albergar a un enemigo silencioso, y para quienes ya lo tienen de acompañante recordarles que la vida es bella aun teniendo una carga como aquella, solo hace falta disfrutar siendo responsables.

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