¡Sorpresa!

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Por: Stefanía Marcillo 

Entre rizas y sueños, se encontraba una linda niña sentada en un balcón de su casa de color verde olivo, su sonrisa alumbraba como un rayo de luz, con mágicas manos que le daban vida a todo lo que palpaba.

Keyla Silva, una hermosa princesa de 7 años demostró en su hogar la felicidad que destella al tener un nuevo “juguete”, su hermano. La niña ansiosa por la llegada del pequeño llamado Leonardo, manifiesta, “¿mami, puedo jugar con mi ñaño?”, preguntó la niña tan emocionada al conocer a su hermanito mientras lo llevaban a la cuna.

La pequeña tenía dotes muy curiosos, sus ojos cambiaban de color, como los de un arcoíris. “Era muy extraño que, a tan corta edad, según sus estados de ánimos varían el color de sus ojos”, reveló la mamá de Keyla.

Karina Espinoza, mamá de los hermosos niños, había dejado a la niña sola con su hermanito, pero notaba en sus ojos preocupación como si algo iba a pasar, se encontraba lavando la ropa en la lavandería de su casa, presentía una sensación desagradable. Pocos minutos después el niño empieza a llorar, evidentemente la niña asustada, sin darse cuenta había visto una caja, mientras jugaba.

La niña empieza a gritar desesperadamente “¡mamá, mamá!”, la madre corre muy deprisa a ver que estaba sucediendo, cuando llegó, el niño tenía aplastada sus manitos con una caja muy pesada donde guardaba recuerdos de su familia.

La madre muy preocupada como una madre que cuida de sus pollitos, señaló, “que raro, esta caja estaba encima del armario, nadie podría alcanzarlo, quizás se habría caído, indicó Espinoza, apuntando con sus manos el ropero y agarrando a su niño en sus brazos.

Espinoza no entendía aún, porque esa caja estaría allí, envuelta en sus confusos pensamientos, le pregunta a la niña, “mi amor que pasó con tu hermanito, ¿estabas jugando con él?”, la niña con lágrimas en los ojos, le respondió, “mami, no sé qué pasó, yo me di la vuelta para ir a ver un chinesco y hacer dormir a Leo, porque tenía sueño y solo escuche sus llantos”, expresó la niña, mientras lo observaba.

Cuando llegó el papá de Keyla y Leonardo a su casa, su esposa, le comentó la situación que había pasado a hace unas horas atrás, Alfonso Silva (el padre), la vio muy preocupada a su esposa como si fuera un pez cazándolo, demostró Espinoza, expresando con sus manos el suceso.

Atemorizados, se van a la casa de los papás de Silva para saber qué hacer, la madre de Silva le pronuncia llevar al niño a bautizarlo con solo 10 días de nacido y así mismo bendecir el hogar, el padre del niño, se encontraba desorientado, pero acentuó con la cabeza mirando a su esposa.

Cuando llegaron de nuevo a su casa, Silva, se encuentra con un líquido amarillo regado en el piso de su sala, mira a su esposa detenidamente y le señala que se lleve a los niños.

Pasaron dos días, cuando Espinoza y Silva sentados en el pequeño altar de su casa, la esposa le pregunta, “amor, hemos tenido tantos conflictos, ¿qué está sucediendo?”, tan nervioso Silva responde con una voz cortante, “cariño, no recuerdas que antes de la llegada del niño, nos fuimos de viaje y visitamos a unos brujos, ¿crees que algo haya pasado?”, preguntó el papá de los niños, asustado y con sus manos temblorosas.

Espinoza recuerda y nos comenta que su pequeña Keyla, ha sido una luz en su hogar, “con ella no hemos tenido problemas”, pero se encuentra asustada porque puede encontrar una solución a esto”.

Poco tiempo después le niño siguió creciendo y fueron a visitar una iglesia, decidieron bautizar a su pequeño, pero antes, bendecir su casa. “El tiempo es una puerta que alguien olvidaría cerrar”, reveló Espinoza.

“No saben lo que ocurrió después, dijo Silva, se encontraban limpiando el cuarto del pequeño Leo, cuando por la ventana donde se hallaba la cuna, se dieron cuenta que había un tacho con algunas frutas podridas, mientras la miraba cuidadosamente su padre.

Llegó un sábado con una anticipación brutal, consultaron que significaba tener frutas podridas y quien podría dejarlas allí, “estoy confundida”, confesó Espinoza.

Mientras caminaban por el patio de la casa, Espinoza señaló, “mañana será el bautizo de Leo, ¿creen que eso sería suficiente? preguntó la mama de los pequeños.

“Tranquila amor todo estará bien, nuestra familia siempre lo estará, no habrá maldad mientras Dios reina en nosotros, como ese sol que enciende cada día nuestra casa y tu iluminas con tu preciosa sonrisa”, respondió Silva enamorado.

Llegó el día, Leo y Keyla estaban lindos que irradiaban la iglesia con su alegría, el papá de los niños, presentó ciertos malestares, se encontraba mareado, pero trataba de estar bien”.

Espinoza relató que ese día, la niña estaba con una de las tías comiendo un dulce tan ácido, amargo como miel, “¡mamita, mamita!”, lanzó el dulce la niña mientras movía sus manos que se acercara a ella.

La mamá se acercó sonriéndole a su niña, cuando se empiezan a mover los platos mientras con su mirada de espanto, observa a su hermana, ella sentía que había alguien allí, pero porque no se iba. De pronto la madre de Silva, le comenta que escave en su patio trasero la tierra y riegue agua, narró Espinoza, contando su experiencia aterradora.

Eran las 17h00 cuando Silva empezó a escavar y mientras más escavaba se sorprendía, “podía visualizar huesos, no sabía si eran de humanos o de animales, solo eran huesos”, descubrió el papá.

Silva muy sorprendido, miro a su esposa haciéndole señas con sus manos, “mujer mira esto”, le llamó disgustado.

Desde ese momento decidieron llamar al suegro de Silva, él sabía de quien podrían ser, ya que le había dado esa casa para habitar con sus pequeños.

“Hola suegro”, saludó Silva, “necesitamos saber que había en nuestro patio, ¿puede venir a casa en este instante?”, preguntó el papá de los pequeños con su voz tan preocupante.

“Mucho dolor han causado estas cosas, no es posible que recién llegando a mi nueva casa ocurra esto”, gritó Espinoza, quien se encontraba furiosa caminando de un lado hacia el otro.

La madre de Silva, expresó “¡qué miedo tengo!, nunca había visto eso, es una casa nueva, habitable, ¿por qué?”, preguntó asustada y confundida con lo visto.

Espinoza manifestó que decidieron agarrar esos huesos, ponerlos en una funda y llevarlos a quemar al campo, “en ese momento presentí que todo estaría bien, sentía tranquilidad y paz, además todo lo que la mente piensa de forma positiva se hace realidad”, refirió la mamá de los niños.

Los papitos se encontraban en el patio de su casa con sus hijos jugando en la piscina, la niña tenía sus ojos azules, como el mar en calma, “mami, que lindo está el día”, expresó la niña, mientras saltaba en el agua, con alegría que expresaba en sus ojos.

Cada mañana solían caminar juntos por el parque que se encontraba frente de sus casas, pasaron ya 2 años, y los niños estaban cada día más grandes y muy lindos, la pequeña Keyla le contó a su mamá que había tenido un sueño cuando su hermanito estaba recién nacido, “veía como Leo brillaba como el sol en plena luz del día, con una sonrisa que llenaba de alegría nuestras vidas”, reveló la pequeña.

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