Regalo de vida
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Por: Nicole Castro
Ser madre joven no es un pecado, al contrario, es una bendición para aquellas que lo deseen.
En una cálida mañana de el 28 de mayo del 2017. En un apartamento pequeño, pero cómodo para dos personas, de la calle 13 y avenida 23. Se encuentran un par de jóvenes de 18 años, que hace más de un año atrás decidieron irse a vivir juntos. Sus nombres son Andrea Alcívar y Jordan Zamora.
No tienen mucho de haber culminado el bachillerato, pero han tomado la decisión de formar una familia.
Dentro de su pequeña habitación. Un rayo de luz entra por su ventana, que está cubierta por unas gruesas cortinas de color verde, que en ese instante están ligeramente abiertas y bailan por el viento que entra por el medio de ellas.
Ambos están sentados en su cama, aún en pijamas, porque recién hace unos instantes se levantaron.
Hace unos minutos atrás, la primera en levantarse fue Andrea, y lo primero que hizo al despertarse, fue ir al baño a realizarse la prueba de embarazo, que había comprado la noche anterior.
Apenas salió del baño con el resultado entre sus manos fue directo a levantar a, en ese momento su novio, Jordan para contarle el resultado de la prueba.
Así mismo, como bailaban las cortinas por el viento, el cabello de Andrea se movió en una dulce y delicada danza sobre sus hombros, por la corrida que dió desde el baño hasta la habitación donde aún descansaba su pareja. Donde con lo primero que se encontró Jordan al abrir los ojos fue una prueba de embarazo cerca de su cara, y a su novia con una sonrisa y unas cuantas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. Muestra, que esta vez lo habían logrado.
En los ojos de Andrea se reflejó un brillo lleno de amor y otros sentimientos. Las emociones que recorrieron por todo su cuerpo la dejaron sin habla.
Así mismo, se encontraba Jordan. Sus ojos reflejaron, a través de ellos, la felicidad que inundó a su cuerpo.
Jordan se levantó para abrazarla, gesto que hizo que ambos soltaran pequeños y silenciosos sollozos en los brazos del otro. La felicidad que recorrió por sus cuerpos fue inmensa, que sintieron que estaban sobre las nubes.
-Lo logramos- le susurró Andrea a su novio en su oído, con una inmensa sonrisa.
-Lo logramos- repitió él, estrechandola con más fuerza entre sus brazos.
Después de varios minutos, cuando ambos estaban más tranquilos, decidieron ir a desayunar para luego llamar a sus padres y contarles la noticia.
-¿Crees que se lo tomen bien?- le preguntó Andrea a Jordan, mientras le untaba mantequilla al pan.
-Claro que si, no te preocupes por eso. Ellos sabían que esperábamos este momento- le recordó Jordan, para después tomar un sorbo de su café.
Sin embargo, para Andrea no era lo mismo. Una cosa era decirle a sus padres que quería quedar embarazada, y otra distinta, era decirles que estaba embarazada. Dejó de untarle mantequilla al pan, para luego depositar sus manos encima de la mesa y removerse incómoda sobre la silla donde se encontraba sentada.
Jordan captó el movimiento por el rabillo de su ojo y suspiró.
-Tranquila, todo estará bien- afirmó él, mientras deslizaba su mano derecha por encima de la mesa y depositarla sobre las manos de ella, para luego darle un ligero apretón, para transmitirle tranquilidad.
Ese gesto a Andrea la calmó un poco y sonrió, para luego suspirar y asentir con la cabeza. Luego de eso, se dispusieron a desayunar.
Después de terminar de desayunar y cambiarse, decidieron que era el momento de llamar a sus padres y decirles.
Los nervios se apoderaron del cuerpo de Andrea y sintió que en cualquier momento devolvería el desayuno. Por el otro lado, Jordan también estaba nervioso pero prefirió no demostrarlo para no poner más nerviosa a Andrea.
Se miraron entre los dos, y soltaron un suspiro al mismo tiempo.
-Es hora- le exclamó Jordan a Andrea, para luego sentarse en la cama y llamar por videollamada primero a sus padres.
Andrea asintió y lo siguió, para luego sentarse al lado de él en la cama, a esperar que sus suegros contestaran.
La primera en aparecer fue su suegra, quien les regaló una enorme sonrisa al mirarlos a través de la pantalla y saludarlos. Segundos después, apareció su suegro detrás de ella quien los saludó de la misma manera.
Después de saludarse y preguntarse cómo se encontraban, Jordan y Andrea se miraron disimuladamente, diciendo con la mirada que era hora de decirles.
Jordan fue el primero en hablar. -Padres, tenemos una noticia que darles- replicó Jordan, entrelazando su mano con la de Andrea.
Sus padres se quedaron callados esperando que terminara de hablar.
-Andrea está embarazada. Vamos a ser padres- mencionó él, a la expectativa de la respuesta de sus padres.
La primera en gritar de la emoción fue su madre, para luego sus ojos llenarse de lágrimas.
-Estamos muy felices por ustedes. Vamos a ser abuelos- musitó mirando a su marido, a quien también se le llenó los ojos de lágrimas.
-Felicidades mis niños- les señaló el padre de Jordan, a ambos. Para secarse las lágrimas que rodaban por su mejilla con el dorso de su mano.
Las habitaciones de ambas parejas se llenó de emoción. Tanto así, que se sentía por los aires.
Después de despedirse y prometer que los visitarían pronto. Decidieron que era el turno de llamar a los padres de Andrea.
Ahora fue el turno de Andrea de sujetar el teléfono entre sus manos, quien luego de tomar una profunda respiración, apretó el botón rojo de llamada.
De igual manera que los padres de Jordan. Los padres de Andrea contestaron después de varios segundos de espera, pero en esta ocasión los dos aparecieron al mismo momento en la pantalla, de igual manera con una sonrisa danzando en sus labios.
Sus padres los saludaron, y cuando Jordan se dispuso a contestar al ver que Andrea se había quedado callada, como si un ratón le hubiera comido la lengua.
Pero apenas Jordan abrió la boca para hablar, Andrea se le adelantó.
-Estoy embarazada- soltó de manera rápida y alta, creando un profundo silencio de los dos lados de las pantallas.
Andrea sintió un balde de agua helado caía sobre sus hombros, al ver que su padres se habían quedado callados, por lo que había soltado sin poder aguantarse.
Pero al contrario de sus sospechas, las sonrisas que atravesaron los rostro de sus padres, fue tan inmensa que parecía que no les entraba en sus caras.
-Felicidades- gritaron sus padres entre risas, mientras alzaban sus manos en los aires.
Andrea sintió como le volvió el alma al cuerpo, y se preguntó porqué había estado nerviosa, si sabía que sus padres estarían contentos con la noticia. Además que siempre la apoyaban en todo.
Esa noche Andrea se acostó con una sonrisa en su rostro. Con el pensamiento que iba a ser una gran madre y que formaría una hermosa familia al lado de Jordan, y ahora, de esa personita que crecería dentro de ella.
Durante los tres primeros meses, para Andrea fueron una tortura. Las náuseas y vómitos eran constantes, y en ocasiones no la dejaban dormir. Su único consuelo era Jordan, quien sin importar la hora, se levantaba para ayudarla y sostener su cabello, en varias ocasiones mientras ella vaciaba su estómago en el retrete de su baño.
Sin embargo en los últimos seis meses, todo fue de maravilla. Las náuseas y vómitos se fueron, y en el tema de los antojos, todos la consentían comprando todo lo que quería.
Finalmente llegó el gran día, el 27 de enero del 2018, fue el dia que le programaron la cesárea a Andrea. Ella y Jordan entraron en la clínica San Pablo de Manta, como si fueron a una revisión del mes. Por el motivo que Andrea iba sin ningún dolor. Una vez que llegaron a recepción, les pidieron a ambos cambiarse para ingresar a cirugía.
Una vez listos, ambos ingresaron por la puerta que depararía su futuro, y con la bendición de Dios todo saldría bien.
Una vez dentro le pidieron a Andrea ubicarse en una camilla. Le colocaron un suero y una inyección en la espalda. Hasta ahí se acuerda Andrea, ya que minutos después todo se volvió borroso ante sus ojos.
Por el otro lado Jordan presenció toda la cirugía, y tomó entre su mano izquierda, la derecha de Andrea, quien a pesar de estar sedada le dió un leve apretón. A lo que Jordan se inclinó y le depositó un dulce beso en su frente.
Jordan fue testigo de cómo los doctores trajeron a su hija al mundo. Quien no pudo evitar grabar el momento con una cámara para recordarlo para siempre.
A pesar de ser un solo par de jóvenes en ese momento, ellos le mostraron al mundo que su amor era del tamaño de las constelaciones, y que traer al mundo a un hijo, no era un error, sino, la mayor de las bendiciones. Ya no eran dos, ahora eran tres los que iban a enfrentar al mundo agarrados de las manos con una sonrisa en sus rostros y todo el amor que poseían en sus corazones.
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