Reflejos de una madre

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Por: Jonathan Espinales

Una mañana cálida del mes de noviembre de 2020 acompañaba a los habitantes de la bella ciudad de Jaramijó, Elizabeth Arcentales, joven madre soltera, se encontraba acostada en la cama de su pequeño cuarto color rosa, pensando en cómo resolver la angustia que desde dentro va transformando su alma triste y apagada.

En la vivienda de Elizabeth el silencio la abrazaba junto a sus retoños, con dilucides de seguir intentando que hacer para encontrar un trabajo.

Toda la tarde la joven madre salió a las calles en búsqueda de trabajo con la esperanza de encontrar alguien que la pudiera ayudar, pero no ha tenido suerte porque no la aceptan con sus pequeños.

-¡Porque tuvo que ser mi vida así! ¿Porqué que hice? suplicó, entre lágrimas.

 De regreso a casa por las calles sólidas del barrio, Elizabeth acudió a una pequeña tienda a pedir trabajo y algo de comida y la dueña de la tienda no la pudo ayudar con el empleo, pero le   obsequio una funda de maíz canguil.

Al anochecer Elizabeth preparó a sus hijos unos deliciosos dulces de canguil que provocó alegría en los pequeños de poder comer algo.

-Damián el hijo mayor, lamentó no poder ayudarle a su madre.

– “Hijo no te preocupes veré como encontrar un trabajo para poder comer a diario”, respondió la madre entre segundos a su pequeño.

Conversando con sus hijos, la desesperada madre se le ocurrió una gran idea y hizo unos dulces de canguil con lo que le sobró, para poder vender al día siguiente.

 Entre las 6h30 el inicio de un nuevo día Elizabeth muy temprano salió a vender sus dulces de canguil por las calles, aunque pocas eran las personas que le compraban y ella les agradecía con una maravillosa frase “Dios le bendiga”.

Al llegar a casa el reloj marcaba las 11h00, su hijo mayor Damián le saludo y le preguntó con voz contenta.

– ¡Hola Mamá !, – ¿lograste vender algo para poder comer?

– ¡Hola, hijo! ¡sí!, respondió Elizabeth entre risas.

Al llegar de noche la joven madre volvió hacer más dulces de canguil para vender al otro día, ya cansada se acostó a las 23h00 en su pequeña cama con sus hijos.

Al día siguiente salió Elizabeth a trabajar vendiendo sus dulces de canguil, agotada llegó a casa siendo a las 17h00 y le preguntó a su hijo  Damián.

– ¡Hola, hijo! – ¿Qué haces?, Damián respondió con susto y preocupación;

¡Mi hermano no se siente bien!, Elizabeth con asombro al no saber lo que ocurría con su pequeño hijo, corrió a su cuarto y lo ve acostado con sus cobijas cubriéndose completamente y con mucha calentura.

La desesperada madre caminó con angustia llevando a su hijo en brazos al hospital más cercano siendo a las 21h00.

Ya en el hospital un doctor atendió al pequeño, luego de consultarlo le   da un gran golpe a Elizabeth, que el niño tiene una fuerte enfermedad “asma bronquial crónica”, y que esta enfermedad ha sido producida por una infección en sus pulmones y que necesita de un largo tratamiento.

Elizabeth se quedó sin palabras al no tener dinero ni trabajo para pagar el tratamiento de su pequeño, con desolación se decidió ir   a comprar en una pequeña farmacia color verde a lado del hospital la receta con el poco dinero que había ganado vendiendo sus dulces de canguil.

Ya más tranquila la madre llega a casa a las 22h30, con su pequeño hijo mejor de salud, cansada del arduo día y pensativa del tratamiento que necesitaba su pequeño, mientras las cortinas de su cuarto se movían con la brisa del hermoso viento.

Cuando el reloj marcó a las 6h00 Elizabeth salió y levantó su mirada al cielo y cerró sus ojos y empezó a orar dando gracias a Dios por el nuevo día de vida que le da a sus hermosos hijos.

Con esperanzas salió a las calles preguntado en tiendas y restaurantes en busca de trabajo, más tarde agotada de ir en varios restaurantes vio un cartel que decía “se requiere personal de cocina”, se acercó y preguntó dudando por el puesto que se requería en el restaurante de comida llamado “Don Nepp y sus hijos”.

Un joven alto llamado Alexander que vestía camisa azul y pantalón largo color café de ojos color verde le respondió a Elizabeth que el local necesita a una cocinera, la joven ofreció sus servicios, y desde aquel día el color de la vida de la madre y sus hijos cambió de un oscuro color a un rosa claro.

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