Ilusión amarga

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Por Camila López

Una tarde de julio del 2018, dos desconocidos coinciden en una reunión, se miran fijamente y perciben una indiscutible atracción, luego de presentarse e intercambiar palabras, se siente una chispa de conexión y es en ese instante en el que comienza un falso amor, que hasta ese momento Nicole, una de las involucradas en la historia, ignoraba.

Para Nicole los primeros seis meses de la relación, fueron los mejores, “éramos dos tórtolos enamorados”, ironizó. Al cumplir siete meses la luz se fue opacando y las velas se fueron apagando. Pasaban los días y las peleas se habían vuelto el pan de cada día. Inseguridades, celos y maltrato eran parte de cada momento que compartían.

“Yo sabía que no estaba bien, pero me aferraba a su amor, bueno al amor que solo en mi cabeza existía”, lamentó afligida mientras sus manos jugaban con su celular.

Cerca de cumplir diez meses de relación, un sábado nublado y con fuertes vientos, Nicole llegaba a casa de su pareja con sentimientos encontrados de temor y esperanza, “aquel sábado fue el peor de los días”, afirmó con lamento.

Poco después de cenar, Nicole recibió un mensaje de su mejor amigo, lo que envolvió de celos a su novio. Comenzó una discusión, y en el momento menos esperado la arrinconó e intentó ahorcar, ella logró soltarse, “temblaba de miedo y pensé que me iba matar, él estaba furioso”, detalló mientras rodaban lágrimas por su mejilla.

De repente cambió de actitud, parecía que se había tranquilizado, pero en un momento de arrebato inesperado se abalanzó hacia ella y le cortó la nariz, además de golpearla fuertemente. Luego de verla tirada en el suelo llena de sangre, le pidió disculpas y mostraba aparente arrepentimiento, por lo que decidió llevarla a emergencias, “me advirtió que si me preguntaban que me había pasado debía decir que me había caído en las escaleras”, confesó con resignación mientras tomaba un sorbo de agua para calmar sus emociones.

Llegaron al hospital y se encontraron con la sorpresa de que no se permitía el ingreso de ningún acompañante, por lo que Nicole pasó sola. Al estar dentro, la enfermera le preguntó que le había sucedido, ella mintió diciendo que se había caído de las escaleras, “la enferma no me creyó, me pidió que fuera sincera y dijera la verdad, me contó que diariamente llegaban muchas chicas que sufrían de abuso, pero el final era otro ¡no alcanzaban a contarlo!”, recalcó afligida recordando a la profesional de salud que le brindo soporte y ayuda en todo momento.

Nicole quien lucía un vestido azul floreado aquel día, lo dudó, pero finalmente admitió lo que le había sucedido a la dama, en ese momento llamaron a la Policía, “lo más irónico es que sentí pena por mi pareja en ese momento, que decidí advertirle que llegaría la Policía para que pueda irse a tiempo del lugar”, confesó.

Cuando llegaron las autoridades la joven les contó todo como había sucedido pero los policías hicieron énfasis en que no podían proceder si ella no ponía una denuncia. “No estaba segura de poner la denuncia, sentía pavor de que él se molestara y me pudiera hacer algo peor, pero finalmente lo hice”, recordó Nicole mientras observaba la hora en su reloj.

Para la chica los trámites legales fueron una tortura como para un náufrago lo es salir del medio del mar. Su ex pareja quedó libre condicionado a trabajo comunitario, “pasó lo que imaginaba, el salió y durante un año siguió agrediéndome verbalmente, hasta que decidí mudarme de ciudad y cortar cualquier tipo de comunicación, hoy en día por fin me siento libre y segura, pero fue un proceso muy duro”, admitió con temblorosa voz como si sujetara su corazón en la mano.

Ante esta situación desconcertante, una tarde de 23 de junio, la psicóloga Noelia Feijó, describe este tema con voz penosa, puesto que mantiene constante comunicación con mujeres que atraviesan violencia de género.

“Existen varias causas para que una persona se vuelva controladora y violenta con su pareja. En este caso las personas con apego inseguro tienden a volverse agresivos porque es una forma de manejar la ansiedad que sienten dentro de la relación”, detalló Feijó con exaltación mientras acomodaba los lentes sobre sus ojos.

En una oficina pintada con colores sobrios, dos sillones y un adorno sobre la mesa, Noelia sostiene con datos estadísticos que una persona intenta irse 7 veces antes de que realmente logra salir de la relación. Luego de cada incidente existe la famosa “luna de miel”, una frase en la que el abusador muestra su lado bueno tratando de disculparse y prometiendo no volver a causar daño como cuando se promete cada lunes empezar la dieta.

“La pena es otra razón, muchas veces los abusadores pasaron por etapas duras en la infancia y las mujeres tienden a sentir pena y quedarse para salvarlo de esa situación”, puntualizó con preocupación Noelia, para quien la agresión es una conducta adictiva que debe ser tratada antes de ser llorada.

Conforme transcurren los minutos y se expande la conversación, con un tono de voz grave que expresa preocupación, Noelia asegura que para la mujer resulta peligroso irse, infiriendo que la ruptura es el punto más peligroso para la persona que está siendo agredida, en promedio una mujer tiene 70 veces más probabilidades de ser asesinada semanas antes de alejarse por completo, más que en otras ocasiones.

Noelia toma un respiro y continúa refiriéndose sobre esta realidad como un mal sin cura, afirmando que el amor propio es el camino hacia la luz para que la mujer pueda salir de este túnel sin fin, “aprender regulación emocional para manejarlo sola, esto se consigue en terapia para obtener herramientas que permitan estar bien sin necesidad de alguien más, y  recordar que las personas que nos rodean son una fuente importante de apoyo pero la felicidad siempre la vamos a conseguir dentro de nosotros mismos”, exclamó mientras frotaba sus manos anticipando prisa.

El reloj marca las 17H35 y el clima estaba frío, Noelia alertó que la agresión tanto física como mental van de la mano, como la mezcla de un sutil caviar acompañado de una costosa champaña, que lentamente provoca una explosión de sabores, así actúan los agresores comienzan a manipular y cegar a su pareja desde el punto psicológico para no hacer notar que los golpes son malos. “No se puede confiar en la palabra si sus acciones dicen lo contrario”, aconsejó la profesional mientras sus manos sujetaban la agenda de citas.

Advierte que el cerebro cuando se encuentra en relaciones tóxicas lo ve como si estuviera en un juego de casino, genera adrenalina estar recibiendo tanta incertidumbre así la conducta siempre sea la misma, “en estas relaciones tóxicas todo es incierto y el abuso empieza a volverse común cuando ve poder ante la persona vulnerable”, añadió Noelia mientras terminaba su taza de café.

A escala mundial, el 35% de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia por parte de su pareja. La salud mental es un agujero negro en este tema, La violencia en el noviazgo es una situación de carácter serio que no respeta estratos sociales, culturas, ni rangos de edades y no solo consiste en agresión física, sino también verbal.

Nicole con su voz entrecortada por el miedo representa a las que callan. Es el retrato vivo de que por muy difícil que sea intentar salir de un laberinto en donde continuamente entre trampas te regresa al punto de partida, se debe seguir. La resignación no es una opción, y las caricias entre golpes, no son amor.

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