Cansancio, desesperación y gloria

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Por: Gregory Pinargote

El 12 de febrero del 2020 para Jorge Rodríguez, Oriana Carreño y su pequeña hija de tan solo dos años de edad empezó la casi interminable travesía desde Venezuela hasta Ecuador empezaba, partieron en un bus junto a un grupo grande de compatriotas que abandonarían su país en busca de un mejor futuro, luego de dos horas de viaje, hicieron trasbordo a un camión de carga el cual los llevaría hasta la frontera colombiana, una maleta, dos mochilas y el coche de su hija era con lo que viajaban.

Una vez que llegaron a Colombia, Jorge consiguió empleo en un pequeño restaurante en que lavaba los platos, para poder costear la comida y dejar algo de dinero para continuar el viaje que apenas empezaba. Durante una semana la familia venezolana estuvo en Colombia, se dirigieron a la frontera ecuatoriana en la cual iniciarían las pruebas de resistencia.

En cuanto la familia ingresó a Ecuador la verdadera travesía empezaría, el día empezó frio y con niebla, Rodríguez y su familia esperaban avanzar hasta la ciudad de Quito en un bus de transporte interprovincial, sin embargo, esta historia se mojó con la lluvia que empezaría a caer, les tocaría caminar como muchos de sus compatriotas porque lo buses están totalmente llenos y debían ahorras dinero para probar un bocado de comida.

Las calles mojadas, chompas húmedas, el ambiente gélido y un horizonte lleno de niebla no frenaban las ganas de esta pareja y su hija, de llegar a su destino y salir adelante, el punto de llegada se encontraba tras la espesa niebla y varias montañas, pero esto no era impedimento para seguir adelante.

Ascendiendo las cordilleras ecuatorianas, caminando contra viento y marea, el estómago pidiendo comida, mientras esta se escaseaba con el pasar de las horas,  la pequeña Escarlet sin saber lo que sucede suelta el llanto debido a las condiciones en las que viajan, el frío y la humedad atacan su pequeño cuerpo lo cual causa un malestar incontrolable, la menor no para de llorar, sus padres preocupados tratan de consolarla con lo que tienen a la mano, le brindan un dulce, sin embargo, el resultado no es el esperado.

El trayecto aún es largo y mucho más para estos venezolanos que viajan a pie, al pasar por una pequeña comunidad una señora oriunda del lugar les ofrece un pequeño almuerzo y un lugar donde descansar en el cual podrían poner a secar su vestimenta mojada, con el pasar de una hora y varios minutos descansar, de la ardua caminata que ejecutaron.

María como la recuerda Oriana Carreño, les realizó una nueva oferta la cual fue que podrían pasar la noche en su morada, en la cual tenía un cuarto disponible por el motivo de que uno de sus hijos se encontraba de viaje, para la pareja de venezolanos escuchar eso fue todo un alivio puesto que lograron ahorrar el dinero que tenían previsto para costear la noche en un hotel, así este dinero les serviría para algo a futuro.

Pasaron la noche en casa de María, el temor los invadía, con el pasar de las horas la somnolencia y el cansancio los venció, quedando en el mundo de los sueños.

A la mañana siguiente el sol se asomaba sobre las verdes montañas, ´´ ¡hoy será un buen día! ´´ voceo el joven venezolano, con todas la predisposición de continuar su cruzada, tomó su equipaje agradeció a aquel mujer que se asemeja a un ángel de la guarda, la encrucijada daba comienzo una vez más, la ardua caminata resecaba sus gargantas denotaba la agitada respiración de Oriana, ´´hay que ahorrar un poco de agua para dejarle a la niña´´ fueron sus palabras, mientras que su visión se comenzaba a tornar oscura por el cansancio y la mala alimentación.

Una mala pasada les jugaría el destino en el largo viaje que tenían por delante, la poca comida y el dinero empezaron a escasear y la pequeña niña lloraba por el hambre que tenía, sus padres desesperados y sin saber qué hacer, continuaron su camino y decidieron pedir algo de comida para su retoño, la necesidad obligó a que empiecen a mendigar por comida y monedas para poder persistir la odisea.

Un hombre de buen corazón les brindó comida y una pequeña ayuda económica, agradecidos con la persona de la cual no supieron su nombre, ´´gracias Dios´´ con alegría exclamo Jorge.

Una vez más el viaje tenía que continuar, siete horas de camino a pie fueron necesarias para llegar a la ciudad de Quito, el frío nuevamente irrumpía sus tibios cuerpos que se desvanecían del cansancio asemejándose a una vela a la cual se acaba su ciclo de vida.

En la capital ecuatoriana Jorge y su esposa deberían tratar de ganar algo de dinero para sus alimentos y continuar hasta llegar a Manta, en el trascurso Rodríguez conoció a un compatriota suyo, el que aseveraba ganar lo suficiente como ayudante de albañil en una construcción, lo llevó para consultar con su jefe si este podría laborar unos días, obteniendo una respuesta positiva.

Al día siguiente ´´El Menor´´ como le decían al joven venezolano, se acercó a su nuevo lugar de trabajo en el que tendría que batir concreto para hacer pilares en dicha construcción, con las manos llenas de ampollas y dolor corporal por ser la primer vez que realizaba este tipo de trabajo, Jorge solo pensó en su esposa y su pequeña hija y siguió cumpliendo su faena, al esconderse el sol su ocupación culminaría hasta el día siguiente, al llegar al pequeño cuarto que logró alquilar con unos dólares que guardaba para alguna emergencia, abrazó a su esposa y se desahogó con un llanto de bebé desconsolado.

Como un niño en su primer ingreso a la escuela, Rodríguez contaba a su esposa la agotadora experiencia en el fuerte trabajo en el que estaba, ´´me pusieron a cargar arena y cemento hasta un lugar establecido para batir el concreto, fue muy cansado, pero una fuerza mayor me daba energías para seguir adelante´´ relato el joven con lágrimas en sus ojos.

Durante 3 semanas ´´El Menor´´ laboró en la construcción, cumplido este tiempo decidió viajar a Manta, donde aspiraba salir adelante, llegó el día de tomar el bus en la terminal terrestre de Quito, el joven compró los boletos correspondientes y empezó el viaje, esta vez muchísimo más cómodo que los anteriores.

Con un poco de dinero en los bolsillos esta pareja podía costear sus alimentos y los de su hija que era la más afectada por la terrible situación que los asechaba, tras el largo viaje en el medio de transporte, muchas interrogantes invadían la mente de Rodríguez, una de ellas era en que trabajaría en la ciudad atunera para poder mantener a su familia.

Luego de siete horas y media de viaje el destino final se vería en el horizonte y en el aire el olor a agua salada invadía el ambiente, al llegar a la terminal terrestre de la ciudad, desorientados y sin saber a dónde hablan con varios de sus compatriotas que se encontraron, le indicaron donde podían conseguir alojamiento a bajo precio y sin perder tiempo se dirigieron al lugar en el que efectivamente encontraron un pequeño departamento sencillo aun costo accesible para ellos.

Instalados en el departamento, el jefe de hogar salió en busca de un trabajo, en la mayoría de establecimientos lo que obtenía era rechazo, no sabia si era por la mala fama que se creó de los suyos o si en realidad no podían emplearlo, desesperado tras no encontrar un empleo siguió sin rendirse hasta que en una lavadora y lubricadora de carros fue admitido, la alegría de este joven se notaba a simple vista.

Tras una semana de trabaja ´´El Menor´´ se acopló adecuadamente al trabajo, su esposa Oriana se quedaba en casa cuidado a la niña y haciendo helados para vender en el sector en el que vivían, los días pasaban y esta familia no tenia problemas, así se han mantenido hasta la actualidad, alquilan un pequeño departamento en mejor estado, llevando una vida digna.

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