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Solo bastaron segundos para que Manta se convirtiera en una ciudad llena de escombros, que en medio de la noche parecía una población aniquilada.

Por: Anahí Cedeño

Ya casi cuando caía la noche alrededor de las 18H:58 donde se observaban nubes de colores grises con destellos blancos y amarillos y un ambiente pesado. Los aullidos y los cantos de pajarillos se mezclaron en medio de la noche anunciando que algo estaba por suceder.

En la hora que se aproximaba el desastre la cotidianidad era el sentido común de todas las familias que habitaban dentro del territorio manabita. Elvis Cedeño, narra con detalles los hechos que marcaron su vida en el 7,8 para otros conocido como el 16-A, ese día él laboraba como de costumbre descargando un barco, él tenía 8 toneladas de pescado cargadas en su contenedor, cuando de pronto empezó a sentir un movimiento leve de la tierra, hasta que poco a poco fue subiendo la intensidad, “Parecía como que estuviéramos dentro de una licuadora” describía Cedeño mientras su mirada se perdía en la profundidad de sus recuerdos.

Los postes se movían de un lado a otro, la pesca que se estaba descargando de los barcos se encontraban en tanques y se venían abajo, “yo estaba en mi tráiler a unos 50 metros del mar, parecía que mi vehículo se me iba al agua, lo único que hicimos con mis compañeros fue arrodillarnos y clamarle a Dios que nos protegiera”, exclamó Cedeño con su voz entrecortada.

En el lugar donde se encontraba con el tráiler se hundió unos 50 centímetros, la desesperación crecía, se fue la luz,  las personas corrían dejando sus pertenencias botadas, luego, él trato de tranquilizarse dejando así su vehículo cerrado, le dijo a los dueños de la pesca que ahí quedaba su carro, que él se tenía que ir: “Tengo que ir a mi casa a buscar y saber cómo está mi familia”, rememora Cedeño, con un todo de voz que reflejaba su angustia.

En ese momento trató de llamar a sus hijos, pero no había señal, no se podía comunicar con sus familiares, era como estar en una isla desierta. Cuando después de tantos intentos, lo llamó uno de sus hijos preguntándole cuál era su estado, ellos muy desesperados lo fueron a buscar al puerto de Manta, viendo la manera de poder pasar, debido a que muchas vías estaban dañadas y colapsadas, era una polvareda de tierra que levantaba el viento, lastimando la vista y ensuciando la ropa de las personas.

El encuentro con sus hijos, fue un vaivén de emociones, al saber que su papá se encontraba bien, pero al mirar a su alrededor, y ver la magnitud de aquella tragedia el temor volvía aparecer.

Mientras él iba camino a casa pudo observar en medio de un humo negro, edificios y casas que se habían desplomado, convirtiéndose en escombros, dejando atrapadas a muchas personas, quienes se encontraban tristes observando el desolado panorama que había causado el movimiento telúrico, llorando y  gritando de tanto dolor. Ese era el escenario de caos que predominaba en una ciudad a oscuras  en donde reinaba el terror, la angustia y el desconcierto de los habitantes mantenses.

Los hijos de Cedeño lo fueron a buscar en una furgoneta, muchas personas le pedían desesperadamente que les llevara en su carro, y ellos en medio de tanta angustia decidieron ayudarles, cuando llegó a casa, su familia se encontraba bien sólo estaban con la intranquilidad y el pavor a casusa de la catástrofe, “entré a mi casa y había bastante daño material pero lo que más me importaba en esos momentos era encontrar sana y salva a mi familia”, reiteró Cedeño con palabras de sosiego.

Cedeño narraba que se encontraba muy angustiado por sus hijos que viven en una casa de tres pisos, debido a que una de sus nueras se encontraba embarazada de 7 meses quien en el momento sufrió mucho al igual que su nieto que estaba en el vientre.

La nuera de Cedeño se llama Gabriela Álava, él relata que ella había salido temprano a comprar con su esposo y su hijo, quien sólo tenía 6 años en aquel tiempo, salieron a comprar una cajonera para él bebé que estaba en su vientre y recorrieron varios lugares de la ciudad, sin saber que en pocas horas más tarde, no tendrían la misma imagen que habían plasmado anteriormente.

Luego de que ella llegó a su casa se iba a duchar mientras que su esposo saldría nuevamente, pero él se regresó a preguntarle algo, “Es ahí donde yo siempre le reitero a mis hijos las cosas pasan por algo, al segundo que mi hijo se regresó empezó a temblar la tierra, ellos creían que sólo era un simple temblor, corrió a ver a su hijo lo colocó al centro de su habitación justo donde había una columna y lo ubicaron en medio de ellos, abrazándolo muy fuerte”, describió Cedeño muy preocupado por la situación.

A lo que se vino más fuerte, y se fue la luz, ellos lo único que hicieron fue cerrar sus ojos y pensaron lo peor, Gabriela sólo escuchaba que se caían sus platos y que se quebraban muchas cosas, una vez que terminó de moverse la tierra, su esposo le dijo que bajaran, porque se encontraban en el segundo piso, llegaron al patio de su casa, y de un momento a otro ella volvió a sentir muchos nervios, porque recordó que la casa de sus padres no se encontraba en muy buenas condiciones, esperaron unos minutos para que Gabriela se calmara y de ahí fue a la casa de sus padres donde se encontraron con la novedad de que se les había caído su casa, pero que gracias a Dios se encontraban todos bien, debido a que pudieron salir justo a tiempo.

Al día siguiente ellos pudieron observar que en la vivienda de Gabriela y de los otros hijos de Cedeño también tuvieron daños; el primer piso fue el más afectado, y el que ponía en peligro toda la casa, pero pudo aguantar esa gran sacudida, por consiguiente ese mismo día fue que ya comenzaron a decir en sí, lo que había acontecido, ya las personas se encontraban un poco más informadas, y muchas de ellas pudieron comunicarse con sus allegados.

La nuera de Cedeño al igual que sus familiares se encontraban nerviosos porque escuchaban que muchos de los habitantes de la ciudad se quedaron atrapados, y toda esa angustia le hacía daño al bebé que estaba en su vientre, lo cual le causó complicaciones. Gabriela no sintió a su bebé durante tres días, estaba muy preocupada, debido a que su criatura se encontraba bien desarrollado, pero tenía mucho miedo de que podía perderlo”, recapituló Cedeño.

En aquellos momentos de incertidumbre y angustia Elvis Cedeño y su familia se olvidaban de todos sus miedos respecto a la existencia de Dios, ya que recurrían al Todopoderoso implorándole que le ayudase a calmar sus miedos. Fue así que por momentos su escepticismo solía desaparecer.

Durante esos días Cedeño y sus familiares, durmieron a la intemperie, porque solían haber réplicas.

Han pasado 4 años de aquel trágico suceso, sin embargo los recuerdos invaden la mente de muchos de los habitantes mantenses, vaivén de emociones que hacen que su corazón empiece a latir al ritmo de su mirada, clamando así desde lo más profundo de su ser que no quisieran volver a vivir ese momento catastrófico que se suscitó un 16 de  abril, dejando un profundo vacío a las familias mantenses, y con aquel recelo cada vez que surge un movimiento telúrico.

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